MONICA ANDREA SILVA DO SANTOS LA BRISA NEGRA
Pasan
dos pájaros altivos
hechos de miel oscura y leche vigorosa.
Mónica Andrea Silva Do Santos,
en el edificio marino de su cuerpo,
aliento de selva joven,
fragancia femenina de un país
dominado y crecido por las vírgenes lascivas de la carne,
contiene la Brisa Negra.
La brisa es el halo poderoso,
el brillo fascinante de serpientes en los ojos que todos poseemos y tememos.
Río de Janeiro lo sabe1
pues la enérgica figura de Mónica
pasea
en Copacabana
con la soberana levedad de los seres atados, con el negrísimo calor solar
en el aceite de su pelo.
Un vino generoso sus olores sugiere
e impone sus colores
en la celeste piel,
en la íntIma fuerza de sus piernas,
donde brota la brisa más negra de su sexo.
Mónica Andrea Silva Do Santos
baila.
TEMER AL MAR
Temer al mar de pie ante sus grandes olas
ante el escape de sus dimensiones azules con la mirada perdida
desde tierra firme
desde las dunas ballenáceas y nocturnas.
Temer al mar
y saber que el destierro no es angustia
y que el regreso niega la melancolía
desde los instantes que preceden toda recuperación
todo arribo final.
Temer al mar
y no confiar en nuestras venas arenosas
y ásperas que se aferran al tiempo.
Temer al mar
es negar la ballena blanca
—la otra—
la fantasmagórica.
Es resistirnos al juego ingenuo
de la transmisión de nuestras miserias.
Es jputii, nosotros somos la ballena.
Creo que amanece
más la sábana blanca de tu piel
cetácea
serenamente desnuda
al pie de los cantiles
provoca que amanezca.
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