Katlin Arce nació en Tepic, Nayarit, en 1987. A los 9 años llegó a vivir a La Paz B.C.S. donde estudió desde tercero de primaria hasta la preparatoria. A sus 18 años se mudó a Xalapa, Veracruz, donde estudió por 5 años la licenciatura en teatro en la Universidad Veracruzana, titulándose (con perfil en dramaturgia) en el año 2010. En esta ciudad, humeda y neblinosa, se presentó en el Teatro del estado con el musical "Dulce Caridad" bajo la dirección de Adrián Vázquez; al terminar la temporada del musical y finalizar sus estudios, tras una invitación de trabajo, viajó a la Ciudad de México en donde radicó por 2 años; ahí estuvo trabajando como bailarina y actriz en el Show de Mara Escalante. Desde hace 3 años radica de nuevo en La Paz B.C.S. en donde ha trabajado bajo la dirección de Calafia Piña, Federico Lozano, Gabriel Rodríguez y Mario Rey, con quien forma parte de la compañía familiar ArtEscena MkM A.C.
Actualmente se presenta con el monólogo "Los camaleones" y el espectáculo infantil "Tita la muñequita, Gusy y Don Espuro, los cuenta-cuentos"; también es miembro de la Red Sudcaliforniana de Creadores Teatrales, con quienes ha participado en el 1er y 2do festival del Día Mundial de Teatro, y asiste al Taller de la serpiente, en donde ejercita su pasión desde siempre: la escritura. Como dramaturga ha escrito 2 obras de teatro y un monólogo, "Mi trágica noche Isabelina", el cual ha sido llevado a escena y se ha presentado en varias ciudades de la república mexicana.
La vida es teatro
Quiero vivir historias,
por eso hago teatro.
Quiero vivirlas todas
y tener una colección.
El pasado, el presente, el futuro;
los recuerdos, los objetos, los cuentos;
la mentira, la verdad, la realidad...
¡Todo son historias!
Mi vida es una historia.
¡Somos máquinas para inventar!
Quiero que al final del tiempo,
cuando tenga las suficientes,
me ilumine la luz de la creación.
(Sólo así me sentiré satisfecha).
Hemos llegado a vivir a este mundo
como cuando un actor llega al escenario:
Se planta con sus dos pies firmes al suelo,
y habita su cuerpo dispuesto a moverse por el espacio.
Con la razón esto se ha olvidado,
y hemos dejado de accionar.
Por eso me gusta lo que hago,
porque no se me olvida que la vida: ¡es acción!
Katleen Chávez
Silencio
Lo que aquí sucede no se puede decir. Las palabras no funcionan, sólo el
silencio.
Me hundo en el abismo de la casa en donde las cosas que veo me cuentan
recuerdos. De pronto toda mi vida se me revela en un instante y vuelvo a
presentarme con mi persona. ¿Quién soy? ¿Qué hago? Silencio. Deja recordar un
poco más.
Exhalo e inhalo, puedo disfrutar el aroma de las cosas vacías. Se me
atraviesa por un instante el olor que dejaste con tu presencia... Acompañas mi
soledad con tu ausencia.
¿Alguien lo puede ver? No se puede ver lo que no se escribe con palabras.
Sólo quiero que sientas un poquito lo que yo siento cuando tú no estás.
Regresa.
¡Aquí puede haber algo más que esto!
Sólo escúchame, cuéntame un poco hasta que deje de escuchar el eco de la
soledad.
Voltea, quizá nuestras miradas sepan conversar…
Te amo.
Aún entre las cosas vacías de ésta casa, te amo.
Aún en tu ausencia sé que estás aquí.
Callemos.
Las palabras lo estropean todo, podemos besarnos y dejar todo atrás.
Silencio.
Me estoy acostumbrando a no hablar.
Katleen Chávez
Así
Así es.
Así soy.
¿Cómo?
Así.
Un mundo dentro de otro mundo.
Una esfera dentro de otra esfera, dentro de otra.
¿Qué sé? No sé.
Podría decirte que soy una buena persona pero no sé qué es “bueno” ni
tampoco sé que es “malo”, digo sí sé que lo “bueno” es “bonito” y lo “malo” es
“feo” pero tampoco sé que es “bonito” ni “feo”. Podría decirte que soy educada,
pero tampoco sé qué es la educación.
No puedo decirte con palabras quién soy porque no conozco el significado de
los adjetivos calificativos; podría decirte cómo dicen que soy porque lo he
escuchado toda mi vida y lo he aprendido desde antes de descubrirme.
(Cada vez encuentro más absurdo escribir porque no sé si lo que escribo
significará lo que quiero decir)
¿Significará lo que significan las palabras?… Eso es. ¡Eso significará!
¡Cuidado con lo que dices!
Lo sé… Así me enseñaron a comunicarme.
Así soy.
Así es.
¿Cómo?
Así.
Katleen Chávez
Los espacios de mi ropa
La verdad le cayó frente a la ropa colgada, esa ropa que abrazaba
su pasado.
Todos esos años no eran más que espacios huecos ocupando más
espacio.
Espacios huecos llenos de tierra, llenos de mar, llenos de
lluvia, llenos de abrazos, llenos de aroma, llenos de luna… Visiblemente llenos
de nada.
Telas con hoyos y manchas fósiles. Ropa vieja, lavada año tras año.
El armario frente a la cama exhaló el secreto cuando cayó la
verdad en su sitio.
En ella.
Ella, que abrazando sus años, abrazaba un vacío lleno.
No sabía exactamente por qué guardaba toda esa ropa
vieja.
¿Quería acaso recordar? ¿Seguir conservando la memoria de un
tiempo ya fallecido? ¿O, simplemente, era su ropa lo único que poseía?
Ahí acostada, le llego en susurro la respuesta a sus preguntas.
Sin darse cuenta de cómo, comprendió el secreto de la ropa.
No era ella, ni era el pasado lo que llenaba los espacios huecos.
Era la verdad.
Lo único que debe guardar uno consigo a través de su vida. La
verdad. Lo real.
La verdad que no envejece. La verdad que perdura a los fieles.
Ese día, ahí frente a la ropa, fue encontrando más y más
respuestas en cadena.
¡Por eso guardaba esa ropa vieja y todos sus recuerdos!
No para cargar con su pasado y recordarse; sino para algún día
darse cuenta que ella, a través del tiempo y del espacio, era real. Era de
verdad como toda la verdad que llenaban los huecos de su ropa.
Katleen Chávez
Niña llama
Dos hogueras calcinadas
encontré llegando a casa.
Las pupilas dilatadas
apagaron toda brasa.
Mi pecho se hizo una fragua
y mi corazón de acero.
Por quien fuera niña de agua,
ojos llama, ¡hoy me muero!
Se llevó a la niña viento,
se llevó sus ojos llama,
se llevó todo mi aliento
y dejó una grande flama.
¡Qué calor esta fogata!
¡Qué calor esta impotencia!
¡Qué coraje esta violencia
donde todo mundo mata!
Laura Emilia
Ciruelas,
Emilia.
zapatos,
cantaba
rosas,
y
duraznos,
contaba
moscas, melones,
(La
cereza se hizo después).
Con fresas naranjas,
sudores lloraba pétalos al “Otro día”.
Los
barcos pañuelos volaban palomas de T.
Y Laura,
desde su cama,
se marchaba de rojo al atardecer.
(Después
probó las aceitunas).
Espejos cristales de azules bebía Laura Emilia.
Pinturas de parpadeos vencidos bañaban su rostro.
Mientras...
Escurrían sus cabellos canastas de uvas.
Sobre la cama de-vino en mordidas heridas.
Las noches lloró por su cuerpo de humo.
(Traspasaba
cavernas).
Cuando la nada llegó al Paris de ella,
las
cenizas consumieron el abecedario la bienvenida.
Llovieron otoños, vacíos y hojas blancas.
Emilia recordó el aura vestida de horas,
y olvidó las horas de Laura.
(El
“Otro día” llegó).
Partículas rondaron de nieve sus pestañas
y explotaron gotas de frío los dientes.
Helados
zapatos,
rosas,
duraznos,
moscas,
melones,
azules,
se
cayeron
callando
su
boca
ciruela
para
siempre.
“Otro día” por fin llegó.
Y
Laura Emilia dormida…
¡Lo desconoció!
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