Yaroslabi
Bañuelos (La Paz, Baja California Sur, 1991) es licenciada en Psicología por la
Universidad Internacional de La Paz. Ha sido ganadora de Los Juegos Florales Nacionales
Carnaval La Paz 2019, por su poemario "Mariposas de un mal verano". Asimismo, recibió el premio de los XLVI Juegos
Florales Margarito Sández Villarino 2019, por el poemario “Mejibó”. En 2018 obtuvo
la Beca “Inés Arredondo” para asistir al Encuentro Internacional de Literatura 13
Habitaciones Propias, en Culiacán, Sinaloa. Fue beneficiaria del
Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) 2016-2017,
en la categoría de Jóvenes Creadores, por el proyecto literario “Fuego a la
intemperie”. Logró mención honorifica en el Premio Estatal de Cuento y Poesía
Joven 2018 y mención honorífica en la primera edición del Premio Estatal de
Poesía Joven Letras Nuevas 2017. Ha publicado algunos cuentos y poemas en
distintos espacios digitales como la Revista de Arte, Estética y Creación
Contemporánea Rojo Siena, Liebre de fuego, Revista Nocturnario, La Rabia del
Axolotl, Botella al mar, el blog Proyecto Cascabel y Editorial Poiesis. Participó
en el Encuentro de Escritores Sudcalifornianos en 2017 y 2018; así como en la
Mesa de Narrativa, Nuevos Talentos, dentro del marco del Encuentro Literario
Lunas de Octubre 2016. Asimismo, fue seleccionada para participar en el Quinto
Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes Jesús Gardea 2017 y ha sido integrante
de la tercera edición de la Residencia Artística Transdisciplinar “Interacción
Rural 2017”. Es autora de “Micropesadillas”, libro de cuentos breves editado
por Cuadernos de la Serpiente. Actualmente es editora y colaboradora de la
revista digital CULCO BCS.
De “Mariposas de un mal
verano”
Poema
para María
María, tú miras el cielo en otro tiempo
detrás de los brillantes girasoles sientes
a los buitres
que rondan el cadáver de una violeta
degollada
Adviertes el enjambre de meteoros
que crece como hiedra bajo las faldas de
la luna
y aún pasado el diluvio sientes entre tu
pelo
la sangre disecada/ unos dedos
monstruosos
la tibia ceniza de árboles quemados
Precisamos seguir la ruta que trazaron
las Pléyades
hay que enjuagarte las pestañas con
estrellas
limpiarte los párpados con la brisa de
la tarde
secarte las lágrimas y sus salobres
manantiales
para que olvides los eriales nocturnos
para que despiertes de tus sueños
funerarios
María, tú miras el cielo en otro tiempo
garabateas palomas/ cazas relámpagos
y atrapas la espuma de nubes solitarias
con tu diáfana mirada de niña
ausente/ tímida/ borrosa/ invisible/
asesinada.
Elegía
Hoy los pájaros guardan luto y recuerdan
tus vuelos
entre cirios y huizaches pereció tu voz
insurrecta
pronto los eriales se llenarán otra vez
de cuervos
volverán de la noche los fantasmas
insepultos
y el halcón empuñará el silencio hasta
la primavera
Ayer la muerte azotó la ciudad como un
relámpago
el sol se ahogó en el clamor de las
palomas
Sin piedad una sombra incineró tu
garganta
y luego compró la lengua ponzoñosa del
fariseo
¿Qué palabras debo usar para vengar tu
ausencia?
¿Qué aves debo alumbrar para resucitar
tu canto?
Tal vez podría arrojar al aire
ruiseñores o serpientes
Tal vez podría escupir un manojo de
alacranes
Ayer la muerte azotó la ciudad como un
meteoro
el desierto perdió en la guerra su eco
luminoso
Hoy los pájaros negros vierten espinas
al viento
y el espíritu del monte vela tu memoria.
Luto
Compañeras poetas, absuelvan estos versos
perdonen que no hable de amores
apócrifos
o corazones fragmentados en millones de
suspiros
¿Qué si digo feminicidio y grito
¡que
vivan los locos y los cobardes!
y me quedo dormida bajo el estruendo de
cañones?
¡Qué importa!
Yo no guardo luto por tiranos ni
asesinos
no regalo mi silencio a corruptos o
fascistas
¡Qué importa!
Mis palabras aún no saben reconstruir el
mundo.
Animales
nocturnos
(Afuera)
El estertor de un acordeón revuelve el
aire
otra vez la rabia acribilla la noche
y el rugido del fusil perfora el
silencio
(Afuera)
Una zarpa arroja flechas hacia múltiples
abismos
y los colmillos de una bestia noctámbula
arrancan la piel de la aurora
Las garras cavan donde desciende la vida
los minutos explotan en las fauces de la
bazuca
pero el cuerno de chivo no se rinde
su hocico alargado hacia la luna escupe
sangre y aullidos
La boca de un AR15 responde al llamado
de la jauría
luego el silencio
(Más afuera)
La luz crece trémula y limpia
sin blindaje ni pechera
como si fuese el corazón de un pájaro
o una cascada de luciérnagas.
De “Mejibó”
Anajicojondi
[Mujer
inmaterial. Mitología pericú]
Soy hija del caos y la
tormenta
en mis labios afloran
biznagas
y primaveras marchitas
Soy la ciruela madura
que gotea
sobre una lengua reseca
Soy la blanca espina
del palvadán
incrustada en el
silencio
Soy semilla en el
vientre de la lluvia
la primogénita del
desierto
chamizos y conejos
corren por mi sangre
Soy la tempestad y la
sequía
sobre mi pecho descansa
la noche
y en la frente cargo la
cicatriz
que dibujó una manada
de berrendos
Soy el relámpago que
inflama la madrugada
a veces soy una marea
de girasoles
Vuelvo a nacer entre
San Miguelitos
cuando caen los
chubascos estivales
las pitahayas siempre
apagan
los incendios que
devoran mi boca
y cada tarde estas
venas arden
como la raíz calcinada
del saguaro.
Ambayujui
[Cielo]
Hoy el cielo
imagina pájaros de lumbre
abre las fauces
y escupe nubes pintadas con fuego,
las palomas
pitahayeras se derriten en el aire
y el monte duerme
una siesta para eludir la sed.
No hay sombra
que bendiga al páramo que fenece
a esta hora el
tecolote sueña con el invierno
y los rayos
caniculares hieren la tierra
como una
marabunta de flechas encendidas
Hoy el cielo es
un arroyo de gavilanes,
su caudal
arrastra incendios y escombros de lluvia;
en lo alto, las
auras circundan un sol tirano
y bajo el polvo
disecado que tapiza los eriales
las mariposas
invocan tormentas,
pero
sólo llueven moscas o aleteos de luz.
Mejibó
[Temporada de flores. Estación de las
pitahayas]
En
este bosque de cardones
arde
un oscuro fuego;
mientras
el calandrio muere
y
los pozos se marchitan,
la
sequía echa raíces en las piedras.
Ojalá
los nimbus devoren
las
costras de este cielo
tejido
con sangre y bengalas
Que
el verano apacigüe
sus
tardes guerrilleras
y
los tambores de agua revienten
en
el corazón de las nubes.
Que
broten San Miguelitos
en
el cerco de los ranchos,
que
cante el cenzontle
prisionero
en una lengua reseca,
y
las grietas que crecieron
sobre
el asfalto ceniciento
se
sacien de lluvia y madreselvas.
Que
se amotine el verde
en
los ojos de los niños,
que
se inunden de flores
sus
pupilas disfrazadas de ave,
que
se llenen de miel
esas
sonrisas como garabatos
de
abejas distraídas.
Que
una llovizna helada
borre
el paisaje de tinieblas y hollín
Que
el céfiro de marzo
limpie
los bulevares de fantasmas,
que
nazcan pitahayas dulces
en
los labios de los amantes,
que
los poetas escriban versos
para
cada luna llena.
Ojalá
el aroma a tierra mojada
arrastre
el olor a pólvora
hasta
el vientre del océano
y
la tiranía del sol
sea
una mancha en la memoria
de
aquellos días
cuando
el plomo dibujaba
ráfagas
de muerte
en
las calles de esta ciudad-espejismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario