Raul Antonio Cota
NACIÓ
EN LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR, EL 15 DE MARZO DE 1949. ENSAYISTA Y POETA.
ESTUDIÓ ENSEÑANZA MEDIA, ESPECIALIZADO EN ESPAÑOL; OBTUVO LA MAESTRÍA EN
CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, ESPECIALIZADO EN INVESTIGACIÓN EDUCATIVA. HA SIDO
PROFESOR DE CBTIS-230 Y EN LA ESCUELA NORMAL SU ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR;
DIRECTOR FUNDADOR DE LA CACHORA. COLABORADOR DE ALTERNATIVA,
EXCÉLSIOR, LA CACHORA, PANORAMA, PIDO LA PALABRA, PLURAL, YTIERRA
ADENTRO. PREMIO NACIONAL DE POESÍA AMADO NERVO 1985, TEPIC, NAYARIT. PREMIO
NACIONAL DE POESÍA CIUDAD DE LA PAZ 1990. PREMIO LATINOAMERICANO DE POESÍA 1984
POR DE LOS VIAJES EN GENERAL, COLIMA.
ELOGIO
AL CALOR
Primera esfera móvil
de los cielos,
según Heráclito.
Causa primera del gobierno
del universo.
Hay un calor latente
que irradian los cuerpos en
agobio.
Un sofocante
y rojo horno
aquí, en mi pecho.
¿De qué manera
se conecta mi ser
a esta combustión
primigenia?
¿De qué forma
tu sol es mi fervor
y se conecta a ese
fuego voraz
que amenaza
con aniquilarnos?
LA SOLEDAD
Tu silencio
en soledad
engendra temor.
--
La soledad
es la nostalgia
por el
paisaje
por tu
imagen
por tu voz
que acaricia
las palabras.
--
Sólo
con soledad,
inmensa
soledad
puedo aliviarme
de un
amor frustrado.
--
Estoy solo
y quiero
huir de ello.
--
Para contemplar
y disfrutar
intensamente de la belleza
necesito la
soledad.
LA
ÚLTIMA TRINCHERA
Me resisto a doblarme.
Este dolor, esta esofagitis,
que se ahoga en mi garganta,
Esta agudización de mi cara
por la Rinitis Alérgica, imprudente,
Este caminar como haciendo equilibrios,
Facitis Plantar, de suelos movedizos,
me alejan de todo y de todos,
se están haciendo pocos mis amigos.
se están haciendo pocas mis expectativas.
Todo expresa un desplome de mi cuerpo,
una postración ante mi mismo.
¿Qué proyecto de vida me acompaña y sigue?
Entre dos majestades
mi cuerpo se debate:
La Literatura trata de consolarme;
mi cuerpo lentamente se acerca hacia la muerte.
L a
g u e
r r a.
La guerra pare
gritos
Y dolor ensangrentados,
Abre
heridas, fustiga desafíos.
La guerra: hijos
desgajados
De sus troncos,
Asombrados
ojos de ceño
Oscuro,
reclamante.
Hambre y sed
para
Bocas
solitarias y agrietadas.
La guerra abre
surcos
En el torso
del mundo,
Produce
podredumbre,
Caos, desvaríos miserables.
V
I N O
De la
tierra generosa,
del
sol inclemente,
del desierto
florecido,
del mar
apacible y violento,
de las
manos de los
hombres
enraizados en el
polvo
tomó las
esencias
y
el calor se posó
en las
gargantas
sedientas.
Vino
a fundar
encantamientos
y quehaceres
sensuales,
Vino
a fundar
el espasmo
misterioso,
desde el
mosto
en la garganta
vegetal,
desde el
sarmiento
en las
venas de mis
manos.
Bajo
el cielo indiferente,
acosado
por bullicio interminable,
mi corazón
cada vez más
desarraigado,
ajeno a estaciones conocidas,
clama en silencio
y ante el vaivén del mar
que ilumina el relámpago,
queda anulado
para siempre
el horizonte
el cielo indiferente,
acosado
por bullicio interminable,
mi corazón
cada vez más
desarraigado,
ajeno a estaciones conocidas,
clama en silencio
y ante el vaivén del mar
que ilumina el relámpago,
queda anulado
para siempre
el horizonte
A MI PADRE DESCONOCIDO.
"Ahí va como un río el mármol por
la noche
y resuenan las almas que llegan al
panteón nocturno".
( Mi padre, el inmigrante. de V.
Gerbasi).
Por
tu indiferencia y tu abandono.
Por
ti, y los taciturnos bosques del invierno,
en
tu infancia.
Por
ti, y los altos crepúsculos rojizos sobre el mar.
Por
la pobreza que me enseñó tanto de la vida.
Por
las máscaras del hombre en las calles
y
en los rostros familiares.
Por
mis hijos, cuya sangre se agita
en
torno a mi existencia,
en
torno a islas solitarias bajo estrellas innumerables
y
sones de guitarra.
Por
ti, que infundiste olvido, antes que alegrías
y fuego donde sólo hubo hielo.
LA CALLE
La calle de las casas
de lámparas nostálgicas;
la calle en que camino
a diario
y siento que ocupo
huellas ajenas:
la calle de los gritos
y llantos anónimos;
la calle del burdel
de inaprehensibles mujeres;
la calle de las niñas
que sueñan paraísos de cristal;
la calle de la lluvia
y de noches de luna llena:
tierna calle;
niña calle;
vieja calle desdentada,
calle vieja que soy.
SIRENAS
Las
sirenas llevan en la cola
grabado un laberinto,
quizá alegoría de
las difíciles y
erráticas estaciones del
deseo. Ese laberinto,
también voluble, cambia
constantemente de color:
del verde - mar al
azul celeste. Cuando
algún hombre, por
descuido o deliberadamente, le
toca la cola,
ténue como la seda,
ésta se
agita violentamente y
origina grandes marejadas
que expulsan a
la playa ostras
perleras. Las joyas
que contienen, son, por
lo general, de gran
oriente y casi
transparentes. Puede advertirse en su
interior ciudades imposibles.
Si algún hombre
logra tener para
sí una gran
perla de esas
y la aloja
en sus bolsillos
y en las palmas
de sus manos, durante
siete días, se
le concede la posesión
de una divina
sirena que le
encantará el lecho
y su hombría,
de manera superlativa.
Brilla
Brilla terrible
ante la impune
luz del día
mientras baja
del acantilado, piernas
guerreras
violentando la brisa,
el aroma
del mar iracundo,
celoso,
la mujer del
pescador.
Y la llama
de ese cuerpo
joven
a través de
las redes tendidas
a secar
estalla los colores,
aureolada en sí
misma,
en sí misma
crecida en mariposas,
peces voladores,
bestias
marinas que se
retuercen huidizas.
Ese obsequio se
entrega al pescador,
su cuerpo lo
recibe.
La envolverá entre
manos, piernas, brazos
que huelen a
pescado, a trabajosas
fibras
del
antebrazo, brillo de espaldas
árduas, músculos
vibran debajo de
la piel, se
desplazan cartílagos
en la inminencia.
LA CIUDAD
ANTIGUA
Un llanto de
mujer
Interminable,
Acompaño la noche.
Imágenes de antiguas
calles,
Otros aromas,
Otros ruido,
Lejanos para
entonces,
Renovaron mi
alma.
La antigua
ciudad
Se yergue
Entre azoteas
y calles,
Chimeneas y
campanarios,
Banquetas y cafeterías.
¿Qué viejo
dolor
Estoy buscando?
HAIKUS
Un trino
fino
De alondras
musicales
Abre el
camino.
Con la
dulzura
Del canto
del cenzontle,
Jardín en
llamas.
Pájaros del
monte.
Vienen diario a
mi casa.
Los encuentro en
la recamara,
en la cocina,
en el comedor.
Uno quiso escapar de
mí
que entré de
pronto,
y, en su
huída
chocó con el
cristal
de una ventana.
Ahora yace
entre las plantas
del jardín.
Flores silvestres
honran su tumbita.
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