Ana Laura González Castro. Originaria de La Paz,
BCS. Tiene 27 años. Estudió Biología Marina en la UABCS. Actualmente estudia un
posgrado en ciencias marinas y participa en el taller de la serpiente.
Púrpura pansa
A veces cambio y me transformo en
animales de cuerpo blando
sin huesos ni sesos
sin ojos ni brazos
Soy caracol errante
calamar gigante
todo y nada, lo ves
A veces cambio de casa para vivir
en la misma roca
Sostengo y defiendo
¡pum! Disparos de tinta tóxica
fiel turbidez, la tinta no ha
secado.
déjala flotar.
Despertar
Era
día y el mar me veía
era
martes y no sonreía
el
corazón no cabía en la palma de mi mano
en
la tinta de los dedos
en
la uña del pulgar
en
las células de piel
ni
en el núcleo de mi ser.
Arrecife
Detrás del miedo nació el mar
con sus manos tomó de mis aletas
y de su dorsal creció la osadía
tritón era,
tritón es.
Vidas pasadas y liberadas
en bosques de algas pardas
con peces ocultos bajo el manto del coral
poza lejana, poza olvidada,
aquellos dientes agudos nos dejaron entrar,
y los depredadores perdidos a nuestra guía van,
pero mamá y su voz impone el volver
y de
la tierra hemos de ser.
Memorias de Jack
A través de la ventana contempló
el cielo, maravillado por aquella aurora boreal que dibujó la figura de una
cebra y se desvaneció al instante, dejando un resplandor azul en el horizonte.
Decidió tomar su bicicleta y los pensamientos giraron cómo trompos buscando
negocio con el pasado. Recordó el aire frío y la ventisca que nunca paralizó
sus enérgicas piernas, el cable de seguridad y su medición ajustada al arnés,
el piolet grabado con el caracol de la deidad, las cuadras cubiertas con el
candor de la nieve y la colección de monedas que cambió por el viaje en el
territorio polar. Lo recordaba cómo si fuera ayer y el tiempo permaneciera
inmóvil cómo la estatua del reino que solía visitar. Pero la caída en la vía de
la montaña lo desalentó, y una joroba le apareció. Ahora tiene un trabajo de
oficina y aún le duele.
Dosis diaria
Estaba nervioso, su angustia
crecía con cada minuto que transcurría en aquella sala de espera. Recordó la
llamada, la mujer al teléfono tenía una respiración densa, hablo lento y
conciso.
-
El médico lo atenderá hoy.
Sin mayor detalle colgó.
Desconcertado, inició una guerra en su mente imaginando padecimientos mortales
y lamentando su vida sedentaria llena de excesos. Sin embargo, no se sentía
enfermo, su cuerpo funcionaba, dormía ocho horas diarias, comía con ganas, y a
veces hasta sonreía. No entendía el motivo de la llamada, y la incertidumbre le
estaba ganando. Vació sus bolsillos hasta encontrar su goma de mascar elaborada
con resinas orgánicas, tenía aspecto desagradable y consistencia pastosa, el
sabor amargo le entumió la lengua y algo en su interior hizo clic, se sintió
ligero y relajado, sin temor alguno. Notó que las letras de la sala de espera
parecían difusas, escuchaba voces salidas de un trombón desafinado y sintió
unas repentinas ganas de bailar. Se puso en pie, agito sus brazos tres veces y
se detuvo. El médico le toco el hombro y lo invitó a pasar a su oficina. Aquel
pasillo de paredes frías y luces brillantes parecía interminable, entró tambaleándose
y agotado se dejó caer en la silla. El médico lo observo detenidamente, le hizo
un par de preguntas, escribió en una hoja, suspiro profundamente y concluyó:
-
Entiéndelo Roberto, esos chicles no te ayudan a bajar de peso.
Odisea
Abrió sus ojos y la luna le
deslumbró. Aquella luz iluminó los rincones más oscuros de la tierra. Observó
su cuerpo impregnado de una sustancia viscosa, se arrastró con prisa hacia la
superficie dejando un rastro de cascaras de huevo. Guiada por la luna continuó
su camino sobre la playa. Cubrió su cuerpo con arena y se ocultó de hombres,
coyotes y cangrejos. Llegó a la rompiente, pero las olas la alejaban cada vez
más. Insistió. Agitó sus extremidades sin descanso alguno y logró entrar al
agua. Nadó durante días, encontró refugio en los restos de una embarcación y
flotó a merced de las corrientes, flotó durante meses. Y entonces llegó al
festín, devoró pastos y algas marinas, nadó sin prisa entre cardúmenes de peces
tropicales. Exploró a detalle cada roca, cada cueva, cada material artificial
olvidado por el hombre. Subió a la superficie y respiró profundamente. Al día
siguiente emprendió el camino de regreso.
2 comentarios:
Que agradable sorpresa al conocer el trabajo poético de Ana Gonzalez Castro. Tenemos talento para rato en BCS. Estaremos pendientes de su obra.
Siempre me a fascinado la idea de tener varios libro en mi estantería escritos por ti.
Ánimo! Feliz cumpleaños :)
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