Raúl Antonio Cota (La Paz, B.C.S., 15 de marzo de 1949)
Licenciado en educación media
superior con especialidad en español, posee el grado de Maestro en ciencias de
la educación. Ha ejercido la docencia en educación media superior, en
licenciatura y en posgrado. Ha incursionado en la poesía, en la crónica, el ensayo,
la novela, la reseña y el cuento, además de su labor ininterrumpida como
docente, escritor y promotor cultural. Es autor de 11 libros de poemas (entre
los que destacan: Temer al mar y otros
poemas -1992-; De cetáceos y de
bestias -1981-; De los viajes en
general -1984- dos novelas (A toque
de campanas -2000- y La niña,
memorias de una adolescente -2005-). Ha obtenido el premio latinoamericano
de poesía Colima, en 1984; el nacional de poesía “Tepic de Nervo”, en 1985 y el
nacional de poesía “Ciudad de La Paz”, en 1990. Ha coordinado talleres de
creación literaria desde 1980. Fundo y dirigió durante mas de dos décadas la
revista de poesía “La cachora”; presidió la Asociación de Escritores
Sudcalifornianos, formó parte del Consejo editorial de la revista “Tierra
Adentro”, del CNCA y aparece en el Diccionario de Escritores Mexicanos, editado
por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la U.N.A.M.
TEMER
AL MAR
Para Ledo Ivo
I
Temer al mar
de pie ante sus grandes olas
ante el escape de sus dimensiones azules
con la mirada perdida
desde tierra firme
desde las dunas ballenáceas y nocturnas.
Temer al mar
y saber que el destierro no es angustia
y que el regreso niega la melancolía
desde los instantes que preceden toda
recuperación
todo arribo final.
Temer al mar
y no confiar en nuestras venas arenosas
y ásperas que se aferran al tiempo.
Temer al mar
es negar la ballena blanca
—la otra—
la fantasmagórica, la inútil.
Es resistirnos al juego ingenuo
de la transmisión de nuestras miserias.
Es inútil, nosotros somos la ballena.
Creo
que amanece
más
la sábana blanca de su piel
cetácea
serenamente
desnuda al pie
de
los cantiles
provoca
que amanezca.
II
Temer al mar
cuando la exactitud azul de la ballena
penetre en los recintos privados de las algas
y las ostras mas viscosas
corran agitando sus mandíbulas
hacia ninguna parte
porque el oscuro plasma de las aguas
amenace con irse
del bestiario humano
y dejar los continentes
flotando sobre el polvo
y los horizontes envejezcan
como las propias manos.
Temer al mar
cuando el crepúsculo interrogue
sus ángeles rebeldes
y palidezca
la nocturna luminosidad de las ciudades
cuando la luna y los astros
comiencen a ser reales
en los lomos peregrinos y cetáceos.
Temer al mar
cuando la incertidumbre
invada nuestro animo
y no alcancemos a saber si nuestro origen
es marino
o celeste
o es origen.
Temer al mar
cuando sus crestas horrorizan nuestra carne
y un aire denso desliza sus misterios
en los corredores indiferentes
y solos
de nuestra alma.
Temer al mar
cuando se es sonámbulo de día
y las colinas de los cementerios
no satisfagan nuestras ansias
los inútiles y transitorios estados de ánimo.
Temer al mar
cuando se confundan las orillas de los puertos
y cunda el desoriento
entre los más firmes capitanes del oficio
de escribir a los océanos.
Temer al mar
cuando nos vayamos a vivir
a sus orillas
y todo abandonemos por el entusiasmo.
Temer al mar
cuando nuestra propia casa
le dé la bienvenida
por la ventana más amplia
y desaloje nuestros obscenos huesos
por la puerta.
Temer al mar
cuando no rehagamos los versos
como cambia la arena de las dunas
y los huesos salinos de animales
varíen su ropaje entre los mangles.
Temer al mar
cuando las focas no reposen
ya no
sus bultos de ropavejero
en las tranquilas pieles de las rocas.
Temer al mar cuando la carne alucinada
en las multitudes solitarias de las grandes
ciudades
detenga su peregrinar a lo desconocido.
Temer al mar
cuando al alejarnos de las olas
volteemos hacia atrás
y las sirenas más absurdas
permanezcan sentadas en sus piedras
y maten nuestros sueños.
Temer al mar
cuando suspenda su canto la ballena
y dejemos de advertir el aliento
que existe entre el paso de los siglos
y los caracoles silogísticos
no atesoren —ya no— en su oído musical
los gritos primigenios.
Temer al mar
cuando las cuatro ballenas cardinales
se amotinen sobre el mundo.
Temer al mar
cuando en locura prendida a la vigilia
la ballena descienda a los rincones inhóspitos
y ante la ausencia total
de luminosas poblaciones de plancton
de apetitosas masa de eufasiáceos
se oculte a morir de hambre
como los hombres en las grandes ciudades del mundo.
Temer al mar
cuando no comprendamos
que el canto es el lujo mortuorio del abismo
la desesperada resistencia a la individualidad.
Temer al mar
cuando la ballena no sea el mimo
que imita a los peces voladores
y el retroceso del pulpo
no sea su más astuta manera de avanzar.
Temer al mar
cuando neguemos que la danza
nació de los cetáceos
y heredaron sus ritmos
a los cuerpos humanos de la selva.
Temer al mar
cuando mis atavismos, mis deseos jamás satisfechos
los senos nunca besados,
las palabras nunca pronunciadas
—que se guardan en su regocijo—
no se expongan al sol
y sea evidente mi efímero y casual
encuentro con la vida,
con esta locura a medias recorrida.
Temer al mar
al recordar que la carne estalla
al grito del arpón,
enormes violaciones a la piel
—chirridos de la grasa—
como si la carne muda
despertara en ese largo instante
de nunca producir tamaña inmensidad en el espacio
momento táctil
aéreo
las aletas caudales y dorsales
dobladas en espasmos
para luego quedar a la deriva de si misma
más cetácea que nunca.
Temer al mar
cuando los inenarrables cantos
de la ballena jorobada
abandonen las inmensas cordilleras
submarinas
y no sean más nostalgia
ni sean sed
ni angustia
ni coraje
temer al mar
cuando sintamos que la palabra no es ya
la otra cara del mundo
la única posible
temer al mar
cuando deje de empequeñecernos
la creciente inmensidad azul
de sus montañas nómadas
mientras las desafiamos de pie
ante su orilla
sobre el vértigo huidizo de su arena.
Temer al mar
cuando esa tierra sin fin
sea solo un horizonte de asombros
jamás imaginados en los encuentros de las aguas.
Temer al mar
cuando el viento ligero no levante ya más
las sabanas volantes de la arena
y nuestros torsos desnudos en la playa
no experimenten el flagelo sutil de su constancia.
Temer al mar
cuando la playa no sea ya
nuestro refugio socorrido
ni al calor de la risa de los niños
recuperemos la certeza del valor de la vida.
Temer al mar
cuando las aguas podridas de los astilleros
exijan clasificación aparte
y el cuerpo de la amada
el llanto y las miserias
no estén en el mismo pan
en el mismo verso.
1 comentario:
Uno de los poemas más hermosos. Esta grabado entre el final del malecón y la playa corumel. Para siempre esperando que alguien lo descubra... gracias
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