viernes, 14 de julio de 2017

Dampkring. Textos de Marisabel Macias




Marisabel Macías Guerrero


Nació en Los Mochis, Sinaloa (1986). Es licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS). Profesora de asignatura en algunas Universidades privadas, orientando en materias relacionadas con la Filosofía. 
Promotora Cultural independiente. Feminista. Mediadora de Sala de Lectura. Ganadora del Premio Estatal de cuento Ciudad de La Paz, 2014, con el libro de relatos PENNY BLACK.
Becaria de FESTIVAL INTERFAZ DE ISSSTE-CULTURA 2014 (Primera generación). 
Publica en su propio Blog y en algunas Revistas virtuales. También cuenta con publicaciones en revistas impresas de circulación nacional (CantaLetras, Grito Zine, Solar y Libélula nocturna)







Dampkring

—Huele a Ámsterdam —es lo primero que dijo al entrar en mi departamento. Había entrado bajo el acuerdo implícito de continuar con los besos pendientes, de esos que te hacen levitar.
            El pretexto para pasar fue un porro reseco que encendimos desde la última curva, al salir de la playa. Una vez dentro de mi casita, comencé a ponerme cómoda y le pedí que hiciera lo mismo. Cambié mis tacones por sandalias, tendí el tapete en el suelo, comencé a lavar el bong y encendí la computadora para poner música. El ritmo elegido fue surf.
            —¿A qué huele entonces?—le pregunté tratando de ubicar el pachuli en los países bajos.
Él comenzó a describirme las coffee shops que había visitado en su paso por Ámsterdam. Me hizo algunas recomendaciones y me aseguró que podía verme allí, perfectamente sentada, comiendo un pastelillo y sintiendo que los oídos me chillaban al primer minuto.
—Seguramente tú llevarías un libro—dijo recorriendo con la vista las paredes sostenidas con pilas de libros.
            Esa noche él parecía estar maravillado con mi presencia. Cada cuatro minutos se acercaba a besarme la mano, la frente, el hombro, las rodillas, los pies y el ombligo. Cuando aquello se incendió fue el sexo más salvaje de mi vida, y lo tuve presente durante todos los días posteriores.
            Esa noche, después del único orgasmo, nos dejamos caer. La plaga de besos embistió de nuevo, el doble de ternura salía de sus manos y de su boca. Me clavó en su costilla izquierda y me acarició el peloy el brazo hasta que llegó la hora de irse.
            Con ese hombre las conversaciones eran escasas. Él vivía fuera de la jaula, entraba y salía de ella, jamás se estaba quieto, mucho menos en los temas, iba de uno a otro sin orden o casualidad. Con el paso de los días, iba de una máscara a otra con el chasquido de mis dedos. Verlo explorar sus múltiples personalidades se volvió un divertido juego.
             Era un hombre de muchos hombres. En ocasiones se refería a sí mismo como “esta”. Comenzábamos entonces una charla sobre la masculinidad, hasta la noche en que amenazó con robar mis amantes. Decidí entonces cambiar su personalidad. Iba de una a otra vertiginosamente. Confieso que en más de una de estas facetas sentí terror, pero todas tenían algo atractivo: el niño, el amante, la fiera, el asesino, el homosexual reprimido… Todas eran él, invariablemente.
            Al final me quedé con esa que tiene todas las otras personalidades. Aquella con la que siempre nos sentíamos acompañados por la excitación y la adrenalina. Aquella que terminaba todas las noches sobre mi colchón, donde lo miré acercarse a mí, su presa; pero antes de que pueda matarme, lanzo un fuerte chasquido y le busco los ojos con los labios afilados.






¡Yo nomás le digo!

¡Ya me habían platicado de ella! Muchas historias se cuentan entre los compañeros. Dicen que toma diferentes rutas; que desde que se sube ilumina la unidad, que con su olor a vainilla te da hambre de dulce, y que así, sin decir agua va, ¡Zas! Actúa.

Yo nomás no quería creer; y es que, se me hacía imposible que existiera una mujer tan “así”, tan maldita; será que he tenido buena suerte con las damas. Pero como dicen “flores en mayo, tarde o temprano hallo”, o sea, “lo que existe, existe”, y este día me tocó a mí.
Desde que se subió supe que era ella; traía una falda negra pegadita, pegadita, no tan corta pero tampoco tan larga; una blusita azul, también untadita al cuerpo, y ¡qué cuerpo!; o sea, que pa´acabar pronto debo decir que sí, hasta yo quería dejarla pasar sin cobrarle el pasaje. Porque es una mujer más guapa de lo que me habían dicho;de esas de las que uno no se enamora, pero sí se apendeja un buen rato, con perdón de la expresión. Ya sabe, de esas por las que uno se "ocsesiona".
Y bueno, como le iba diciendo, yo estaba lelo, ya nomás me dio la moneda de diez me sacudí, miré por el retrovisor y temblé; dos parejitas había, y una de ellas traía chamacos. ¡Pobres compitas! Pensé. Supe que cualquiera iba a caer redondito; casi que quería detenerme para impedir la acción, pero el deber llama, y todavía no pasaba nada. Así que lo único que pude ver, hasta ese momento, fue que ella se sentó en el primer asiento, en el de discapacitados, nomás se recorrió un poquito pal medio, como para dejar espacio —por lo menos es consciente de los más necesitados, pensé yo—, pero era que de allí miraba perfecto a los dos hombres, a uno lo tenía a unos cuantos asientos y el otro le quedaba casi enfrente; además de mala es muy lista, pensé.

Mire, yo descansé un poco cuando vi que el que comenzó a sonreír era el bruto de la pareja que venía sin plebes. Aunque después pensé que era un maitro cualquiera, los plebes los pudieron haber dejado en su casa, a lo mejor y hasta traía a su doñita enferma… no sé, yo quise ver primero el acto y luego juzgar…

Usted no se imagina ¡ella es muy rápida!
La morenaza sacó un libro, parecía que lo estaba leyendo, pero de pronto levantaba la mirada y le hacía ojitos al viejo, luego, en dos ocasiones sacó la lengua y se ensalivó los labios ¡y qué labios, Dios mío!... ¡Yo no lo podía creer! Hasta yo estaba sudando. Y así seguimos casi hasta llegar al centro, el pobre idiota sólo sonreía y agachaba la cara, le sacaba plática a su morrita, y seguía mirando a la otra de reojo; pero, pues le llegó el momento, la chamacona sacó un papelito, le hizo como que escribió algo y se lo puso entre los dedos; luego, con la mirada parecía que estaba llamando un perro; ¿pero cómo se va a levantar? Me preguntaba en mi mente, angustiado.
¡No te levantes, no seas baboso! Quería gritarle, pero no pude.

Así que aquel, creyéndose muy listo, le dijo algo en el oído a su mujer y se levantó; ¡sí, se levantó! y se acercó hasta el frente, hasta acá conmigo, e hizo como que me preguntó algo, la verdad no me acuerdo ni qué; porque en ese momento  la mujer ésta tiró dos papelitos, así como si se le hubieran caído; y el otro se lanzó rápidamente para levantarlos… ¡allí está la trampa! así le hace volví a pensar. Pues sí. El señor nomás le entregó un papelito a la morenaza de fuego y el otro se lo guardó; se fue y se sentó al lado de su doña; apenas pasaron unos dos minutos, cuando la muñecona se transformó en la novia del chucky; guardó el libro, se puso de pie.  ¡A mí me sudaban hasta las trusas, me dio un torzón de los nervios!, fue y se le paró en frente a la señora; el hombre peló los ojos, y ella abrió la boca para decir algo, allí fue cuando decidí actuar. Ni modo. Di un frenón y pité como desesperado, y sí, todos se sacudieron; fueron daños accidentales, pero evitaron algo peor; la de la faldita negra, como era la única de pie, pues se cayó, vino a dar hasta acá hasta al frente del camión; se levantó encabronada, ni dejó que la ayudara; nomás le recogí uno de los libros, y pélate Tin tán.
Y como todos estaban preguntando, pues yo apurado les dije que se bajaran, que se me estaba quemando el motor; pero no es que esté loco, es que quise evitar una desgracia. Y sí, todos me creyeron y se bajaron corriendo, menos ese par estudiantes jipis que le  llamaron a usted, señor policía. Pero la de la faldita corrió; hasta luego pensé que quizá fue y persiguió a los señores; pero estos revoltosos no me dejaron ir, y aquí me tienen.


Créame, lo que hice lo hice por evitar la destrucción de un hogar. Yo nomás le digo, si usted no me acompaña y la detiene, va a seguir diciéndoles a todas las mujeres lo que sus hombres son capaces de hacer. Yo nomás le digo…



CASCABEL # 14

CASCABEL # 14
NUEVA EPOCA, MUESTRA DE LA LITERATURA QUE SE ESTA ARMANDO EN HERMOSILLO, TORREON, TIJUANA Y EN LA BAJA SUR.

POETICARTEL #4

POETICARTEL #4
ILUSTRACION DE JULIETA SANCHEZ HIDALGO, TEXTO DE FEDRA RODARTE HIRALES ---PROYECTO URBANO DE DIFUSION DE LAS LETRAS Y LA GRAFICA SUDCALIFORNIANNAS, EN COORDINACION CON EL ISC Y LA DIRECCION DE CULTURA MUNICPAL

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo
--de la serie "ciudades imposibles"

--de la serie "ciudades imposibles"

de la serie "ciudades imposibles"