Nacido en Guaymas, Sonora (1948). Residente en La Paz, B.C.S., desde 1972, cofundador
de la Esc. Sec. Tec. #3 (Pesquera). Técnico pesquero egresado del ya desaparecido Centro
Nacional de Ciencias y Tecnologías Marinas de
Veracruz, Ver. Maestro de cátedras referentes a las ciencias del mar y
de la pesca. Escribe cuento y poesía por afición y pasatiempo. Inspiración: el mar, la noche y la mujer, principalmente.
Xapopoxtli
que largo tiempo escondido
dormiste un sueño moreno;
que has combatido sombras
de noches y cavernas;
que encendiste las antorchas
del maya y del azteca;
que calafateaste cascos
de chalupas y cayucos;
que blanqueaste dentaduras
del olmeca y del huasteco;
que encendiste las fogatas
en ceremonias rituales;
que iluminaste rutas
de veredas y senderos
y prendiste los inciensos
de templos y oratorios.
Tú Xapopoxtli,
que das juguetes al niño
y herramientas al obrero;
que revistes los caminos
y que vistes a los pueblos;
que refrescas los veranos
y haces tibios los inviernos;
que has sustituido al petate,
al mecate, al canasto y hasta al cuero;
que eres sangre del planeta
y de la maquinaria sustento;
que eres quien mueve en el aire
al pájaro de acero
y en el mar y en las industrias
le das vida a todo hierro.
¿Porqué Xapopoxtli
a mi país tan austero
le has quitado su alimento?
¿Porqué has cambiado
el paisaje de verde
a ser todo negro? Y,
¿Porqué el agua del río
se ensució con tu veneno?.
Yo no quiero Xapopoxtli
que conviertas en infierno
al mar, la selva y al río
que son ahora cementerios,
ni que mi país se hunda
por las manos que te explotan
y de ti han hecho su imperio.
¡TE DESVIARON XAPOPOXTLI
DE TU NOBLE NACIMIENTO!
Admiro del Río
su pueril rebeldía
en las alturas
en donde pasa su infancia.
Amo del río
su ímpetu constante;
su afán contagioso de dar vida
cuando desciende al valle.
Compadezco del río
que inocente
fluye entre plantas industriales;
que plagado de negrura
se convierte en anciano
de andar lento y tambaleante.
Envidio del río
sus aguas renovadas
que fieles y resignadas
acuden al encuentro
con su destino.
Pobre río
de meandros serpentines;
de viñedos y maizales;
de peces y de nutrias,
efímero y longevo
enamorado de la mar sedienta;
eterna bebedora
de su nobleza.
Ya está en las mesas
ese producto bendito
que sabe a esfuerzo
y a cansancio;
a surco y barbecho
y huele a yunte y a coa.
Es producto de una promesa
en constante refrendo
para alimentar a su esperanza
y mantenerla vigente
porque la credibilidad
de los labriegos
es redituable negocio
de congresistas y gobernantes.
Ellos: ella y él
abonaron la tierra;
en ella ocultaron la semilla;
la regaron con su hambre y su ilusión;
segaron la miés que tenía el sabor
salino de sus lágrimas y sudores.
El molino y las tahoneras
hicieron el resto.
¿Alguien preguntó si hubo pan hoy
en la mesa de los campesinos?
Camino
por las veredas
del recuerdo
siguiendo la fragancia
de tus pasos
que van al encuentro
de un amor
que tiene su origen
en la prehistoria.
Una estrella
que se aleja
para ver con nitidez
la penumbra nocturnal
de un planeta mostrenco
desde un rincón
del infinito
capta las suaves notas
de tu caminar pausado
como un vals de autor
anónimo que mucho
tiene de sacro y nos recuerda
que el verdadero amor
acaba al llegar
al horizonte.
Cuando el desierto bebe
se aguza la punta de la espina
y juegan a acomodarse las arenas.
Retumba el tronar en la montaña
y la roca estrena ropaje de vida;
el cielo sacude su pereza
y el buitre despierta
en las tripas de la sierra.
El puma que anda descarriado
cobarde se cobija con la noche
y ruge su celo la alimaña
cuando cantan la choya,
la pitahaya y la biznaga
mientras el desierto bebe.
