viernes, 22 de julio de 2016

AVANT POP. Muestra de la poesía de Omar de la Cadena

Omar Cadena

Nació en la Ciudad de México en 1974. Radica en Hermosillo desde 1975, en donde ha estudiado literatura. Es Licenciado en sociología por la Universidad de Sonora. Su producción literaria abarca ensayo, poesía, cuento, entrevista, novela y crítica, la cual ha sido publicada en revistas estatales y nacionales, al igual que en sitios de Internet. Ha sido promotor literario y editor de las revistas "Letras sobre papel" y "Vértigo digital" (electrónica), así como coordinador unos años de las lecturas "Flor i canto" en la Universidad de Sonora.

Tiene publicado el poemario Espejos en la hoguera (1999), la novelletta Siete noches en la Havana (2003), el libro de relatos Ojo avisor (2003), ganador del Concurso del Libro Sonorense 2002 y el poemario Memorial en llamas (2002), ganador del tercer lugar del "II Concurso Estatal de Poesía Alonso Vidal". Tuvo mención honorífica en el género de ensayo en el "Concurso del Libro Sonorense 2002", con En la frontera de la piel. Ha sido beneficiario del FECAS en la categoría de Investigación Literaria (2003-2004) y en el programa de escritores en el género de ensayo por la Fundación para las Letras Mexicanas (2004-2005). Figura en la antología Creación Joven: Poesía (Conaculta, 1999). Actualmente estudia la maestría en Ciencias Sociales en El Colegio de Sonora.





Emblema:
F e s t i n a   l e n t e


De la flor, abierta copa,
a la sedienta boca del colibrí
—del servido elixir
que al beberlo embriaga,
al ave que sobrevuela,
estática, en el jardín—,
está el espacio sin tiempo
—de la tierra al sol:
en el aire deshabitado,
de donde vienes, a donde voy—;
de este exilio interior a ese otro,
de una orilla a otra:
está la flor, que habita el colibrí;
está el pájaro, en la casa del alelí.







Inked:
F e s t i n a   l e n t e


En cada golpe de luz,
donde yacen nuestros nombres
devorándose a sí mismos,
en ese amasijo de sombras,
donde surge el emblema
en su agonía,
con los venerados símbolos
que ondulan como  s i e r p e s
y aletean como  a v e s
—en la frontera áurea
entre el cielo y del infierno—
se hace visible
nuestro origen prometido;
se ilumina nuestra carne
aprisionada
en un círculo de fuego,
donde brotan los colores
y danzan las imágenes, entre sí,
con el filo de sus lenguas
—agujas danzarinas—
y los significados avanzan, tras de sí,
en cada punzada del deseo.
El Hacedor esculpe,
delinea desde lo alto,
el símbolo familiar.
Somos ese dolor, esa señal
en nuestra cartografía,
en el territorio demarcado
de la superficie de la piel,
donde ha de reavivarse el espectáculo
y han de avanzar las agujas
sobre el lienzo de la carne
—del cuerpo entintado que somos—,
en los signos contrarios
que se devoran en la madrugada
para duplicar nuestro cuerpo
en otro cuerpo:
en la serpiente emplumada
que nos nace en cada filo
de la mirada.









Piercing: Ouroboros


En el símbolo
que anuncia nuestro encuentro,
entre las luces de un catwalk
—esa larga cama aeroportuaria—
o el brillo de un selecto table dance
—ese breve nicho de miradas—,
donde revivimos el anillo de fuego
hacia el hangar de la boca,
nuestros labios se devoran
con húmedas caricias,
se adentran en el círculo mágico,
en ese otro redondel de ensueño
que envuelve nuestro cuerpo
sobre el escenario,
donde se tienden las alfombras del lenguaje
y el placer es intenso
en el sagrado cruce de las lenguas
sobre nuestros sexos
al juntarse
como una argolla de ouroboros.










Seven eleven

En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta…
Muerte sin fin


De noche, convocado
por la sutil alegría del trigo,
pido un cristal de lagos
tersos, un petrificado y muy frío
redil donde se gozan
ciertos placeres: la piscina augusta
del secreto cónclave,
con el húmedo y refrescante oleaje
que comienza a envolverme
con diminutas luces, alfileres,
que hieren y se esfuman
donde se espuma el trago de cerveza.
Así he aspirado a ser
lo que solía: el más diestro inquilino 
de ese amado espacio
—a veces grácil y misterioso espejo—
en el cual nos bañamos
más de dos veces y no, no es el mismo:
siempre es distinto el trago
de cerveza y no, no somos también
lo mismo en ese amargo
sabor de la victoria que admiramos
en cada corselette
que habrá de embelesarnos sin remedio,
el espumoso corral
donde hemos de embriagarnos cada noche.
¡Oh, imposibles mártires!
¡Celebremos antes de caer exhaustos
tras las divinas suertes
de rodear con la mano otra cintura! 







La muerte,
ese paréntesis
Yo sé que estoy vivo
 entre dos paréntesis.
“Certezas”, Salamandra
Octavio Paz


La vida está entre dos paréntesis:
el nacer es uno de ellos, el morir el otro, 
y entre esos límites necesarios,
mientras nos narrarnos
entre esos momentos memorables,
padecemos el hambre de los justos;
si estamos vivos entre esos paréntesis,
y si nacer es un vuelco de conciencia,
y si morir es un cambio de costumbre,
el cuerpo despertará de su inocencia
al saberse vivo en otras partes; 
cuando al morir seguimos muriendo
y renaciendo en cada una de las artes;
entre esos paréntesis está la vida,
el texto que somos con una sintaxis
—a veces— muy difusa,
que no volvemos a leer entre los muertos;
porque cada acento
es el respeto al sentido
del momento,
cuando otros lean lo que yo
he dejado por escrito
—una trama llena de escenarios
y algunos personajes necesarios—
en esta otra novela
de mi vida.

martes, 19 de julio de 2016

LA ÚLTIMA TRINCHERA. POESÍA DE RAUL ANTONIO COTA


Raul Antonio Cota

NACIÓ EN LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR, EL 15 DE MARZO DE 1949. ENSAYISTA Y POETA. ESTUDIÓ ENSEÑANZA MEDIA, ESPECIALIZADO EN ESPAÑOL; OBTUVO LA MAESTRÍA EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, ESPECIALIZADO EN INVESTIGACIÓN EDUCATIVA. HA SIDO PROFESOR DE CBTIS-230 Y EN LA ESCUELA NORMAL SU ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR; DIRECTOR FUNDADOR DE LA CACHORA. COLABORADOR DE ALTERNATIVA, EXCÉLSIOR, LA CACHORA, PANORAMA, PIDO LA PALABRA, PLURAL, YTIERRA ADENTRO. PREMIO NACIONAL DE POESÍA AMADO NERVO 1985, TEPIC, NAYARIT. PREMIO NACIONAL DE POESÍA CIUDAD DE LA PAZ 1990. PREMIO LATINOAMERICANO DE POESÍA 1984 POR DE LOS VIAJES EN GENERAL, COLIMA.








ELOGIO AL CALOR


Primera esfera móvil
de los cielos,
según Heráclito.
Causa primera del gobierno
del universo.
Hay un calor latente
que irradian los cuerpos en agobio.
Un sofocante
y rojo horno
aquí, en mi pecho.
¿De qué manera
se conecta mi ser
a esta combustión primigenia?
¿De qué forma
tu sol es mi fervor
y se conecta a ese
fuego voraz
que amenaza
con aniquilarnos?




LA  SOLEDAD


Tu  silencio
en  soledad
engendra  temor.
 --
La  soledad  es  la nostalgia
por  el  paisaje
por  tu  imagen
por  tu voz
que  acaricia  las  palabras.
 --
Sólo
con  soledad,
inmensa soledad
puedo  aliviarme
de  un  amor  frustrado.
 --
Estoy  solo
y  quiero  huir  de  ello.
--
Para  contemplar 
y  disfrutar  intensamente  de  la  belleza
necesito  la  soledad.






LA ÚLTIMA TRINCHERA


Me resisto a doblarme.
Este dolor, esta esofagitis,
que se ahoga en mi garganta,
Esta agudización de mi cara
por la Rinitis Alérgica, imprudente,
Este caminar como haciendo equilibrios,
Facitis Plantar, de suelos movedizos,
me alejan de todo y de todos,
se están haciendo pocos mis amigos.
se están haciendo pocas mis expectativas.
Todo expresa un desplome de mi cuerpo,
una postración ante mi mismo.
¿Qué proyecto de vida me acompaña y sigue?
Entre dos majestades
mi cuerpo se debate:
La Literatura trata de consolarme;
mi cuerpo lentamente se acerca hacia la muerte.







L  a     g  u  e  r  r  a.

La  guerra  pare  gritos
Y  dolor   ensangrentados,
Abre   heridas,   fustiga  desafíos.
La  guerra:   hijos  desgajados
De  sus  troncos,
Asombrados  ojos   de  ceño
Oscuro,   reclamante.
Hambre  y  sed   para
Bocas   solitarias   y  agrietadas.

La   guerra  abre  surcos
En  el  torso  del  mundo,
Produce  podredumbre,
Caos,   desvaríos   miserables.





V  I  N  O




De  la  tierra  generosa,
del sol  inclemente,
del  desierto  florecido,
del  mar  apacible  y  violento,
de  las  manos  de  los  hombres
enraizados  en  el polvo
tomó  las  esencias
y el calor  se  posó
en  las  gargantas 
sedientas.

Vino
a  fundar  encantamientos
y  quehaceres  sensuales,
Vino
a  fundar  el  espasmo
misterioso,
desde  el  mosto
en  la garganta  vegetal,
desde  el  sarmiento
en  las  venas  de  mis  manos.





NÓMADA

Bajo
el cielo indiferente,
acosado
por bullicio interminable,
mi corazón
cada vez más
desarraigado,
ajeno a estaciones conocidas,
clama en silencio
y ante el vaivén del mar
que ilumina el relámpago,
queda anulado
para siempre
el horizonte








A MI PADRE DESCONOCIDO.


"Ahí va como un río el mármol por la noche
y resuenan las almas que llegan al panteón nocturno".
( Mi padre, el inmigrante. de V. Gerbasi).


Por tu indiferencia y tu abandono.
Por ti, y los taciturnos bosques del invierno,
en tu infancia.
Por ti, y los altos crepúsculos rojizos sobre el mar.
Por la pobreza que me enseñó tanto de la vida.
Por las máscaras del hombre en las calles
y en los rostros familiares.
Por mis hijos, cuya sangre se agita
en torno a mi existencia,
en torno a islas solitarias bajo estrellas innumerables
y sones de guitarra.
Por ti, que infundiste olvido, antes que alegrías
y fuego donde sólo hubo hielo.










LA CALLE






La calle de las casas
de lámparas nostálgicas;
la calle en que camino
a diario
y siento que ocupo
huellas ajenas:
la calle de los gritos
y llantos anónimos;
la calle del burdel
de inaprehensibles mujeres;
la calle de las niñas
que sueñan paraísos de cristal;
la calle de la lluvia
y de noches de luna llena:
tierna calle;
niña calle;
vieja calle desdentada,
calle vieja que soy.







SIRENAS

      Las  sirenas  llevan en  la cola  grabado  un  laberinto,  quizá  alegoría  de  las  difíciles  y  erráticas  estaciones  del  deseo.  Ese  laberinto,  también  voluble,  cambia  constantemente  de  color:   del  verde - mar  al  azul  celeste.   Cuando  algún  hombre,  por  descuido  o  deliberadamente,  le  toca  la  cola,  ténue  como  la seda,   ésta  se  agita  violentamente  y  origina  grandes  marejadas  que  expulsan  a  la  playa  ostras  perleras.   Las  joyas  que  contienen,  son,   por  lo  general,   de  gran  oriente  y  casi  transparentes.   Puede  advertirse  en  su  interior  ciudades  imposibles.   Si  algún  hombre  logra  tener  para  sí  una  gran  perla  de  esas  y  la  aloja  en  sus  bolsillos  y  en las  palmas  de sus  manos,  durante  siete  días,  se  le  concede  la posesión  de  una  divina  sirena  que  le  encantará  el  lecho  y  su  hombría,   de  manera  superlativa.











Brilla
Brilla  terrible
ante  la  impune  luz  del  día
mientras  baja del  acantilado,  piernas
guerreras  violentando  la  brisa,  el  aroma
del  mar  iracundo,  celoso,
la  mujer  del  pescador.

Y  la  llama  de  ese  cuerpo  joven
a  través  de  las  redes  tendidas  a  secar
estalla  los  colores,  aureolada  en  sí  misma,
en  sí  misma  crecida  en  mariposas,  peces  voladores,
bestias  marinas  que  se  retuercen  huidizas.

Ese  obsequio  se  entrega  al  pescador,
su  cuerpo  lo  recibe.
La  envolverá  entre  manos,  piernas,  brazos
que  huelen  a  pescado,  a  trabajosas  fibras
del  antebrazo,  brillo de  espaldas  árduas,  músculos
vibran  debajo  de  la  piel,  se  desplazan  cartílagos
en  la  inminencia.






LA  CIUDAD  ANTIGUA

Un  llanto  de  mujer
Interminable,
Acompaño   la   noche.
Imágenes   de   antiguas   calles,
Otros  aromas,
Otros  ruido,
Lejanos  para  entonces,
Renovaron  mi  alma.

La  antigua  ciudad
Se  yergue
Entre  azoteas  y  calles,
Chimeneas  y  campanarios,
Banquetas  y  cafeterías.

¿Qué  viejo  dolor
Estoy  buscando?







HAIKUS

                       
Un  trino  fino
De  alondras  musicales
Abre  el  camino.



Con  la  dulzura
Del  canto  del  cenzontle,
Jardín  en  llamas.


     







Pájaros  del  monte.

Vienen  diario  a  mi  casa.
Los  encuentro  en  la  recamara,
en  la  cocina,
en el  comedor.

Uno  quiso  escapar de  mí
que  entré  de  pronto,
y,  en  su  huída
chocó  con  el  cristal
de  una  ventana.

Ahora  yace
entre  las  plantas 
del  jardín.

Flores  silvestres
honran  su  tumbita.

                       








viernes, 8 de julio de 2016

SOMBRAS Y SILENCIO. Muestra narrativa de José Luis Gómez T.


José Luis Gómez Torres nació en Ciudad Constitución, el 18 de junio de 1988, el año del dragón. Desde pequeño encontró en la Literatura una vía  expresión poderosísima y a menudo más versátil que la expresión oral en la que se considera más bien, torpe. No fue hasta la preparatoria que empezó a considerar la Literatura con más seriedad y en el nivel superior incluso compró un cuaderno, en el que empezó a escribir: Introspecciones, un libro ficticio y al que acaba de bautizar para poder escribir su semblanza y en el que incluye pequeñas reflexiones acerca de la sociedad, de las personas en su entorno y de él mismo, y que le ayudó a sobrevivir la adolescencia sin demasiadas secuelas.
            Cuando terminó de estudiar la Maestría en Sistemas Computacionales en el Instituto Tecnológico de La Paz, tuvo la motivación y el tiempo para dar lo que él mismo denomina: El paso; esto es, dedicarse a una de sus pasiones, la literatura, sin atender a la inercia del entorno. Conoció a Raul Cota, que en una demostración inmediata de confianza, por la que José Luis siempre estará agradecido, lo invitó al Taller de la Serpiente. Cuando al llegar vio una mesa llena de libros, bebidas espiritosas y personas que se hablaban sin atisbo de jerarquías, supo que había llegado al lugar indicado: sería escritor. Desde entonces participa activamente y se divierte la mar, excepto cuando la tarea es poesía, entonces sufre, aunque termina por disfrutarlo.
            En su faceta ingenieril José Luis trabaja en desarrollo de dispositivos robóticos para personas con discapacidad y Visión por computadora. Cree firmemente que la cultura, el desarrollo tecnológico y la libertad son los pilares para sacar a una sociedad de jodida. Desconfía de los políticos y en general de todas las personas que hablan más de lo que hacen.
            Actualmente es docente, en el Tecnológico de La Paz, de materias de Electrónica y Taller de Investigación. En sus ratos libres, pocos pero honrados, escribe y trabaja en los proyectos antes mencionados; su sueño es eventualmente invertir esa situación.





Sombras y silencio

Nacieron con dos meses de diferencia; en los números 315 y 316 de la Avenida San Martín. Ninguno de los dos era especialmente sociable así que no supieron del otro hasta que tuvieron alrededor de seis años.
            Desde el momento en que lo vio sintió un profundo e inexplicable desprecio por el niño sentado en el patio de la casa de enfrente; siempre alardeando con su estúpida guitarra, con su estúpida armónica, con su estúpida voz. Siempre causando lástima, siempre aprovechándose de que no podía ver y por lo tanto no sabía todo lo que podía envidiar... pero podía, ¡tenía que poder!
            La tarde era calurosa, se estaba especialmente bien afuera. Había alguien detrás del arbusto ¿Hay alguien ahí? Nadie contestó, pero había alguien detrás del arbusto, alguien que olía a talco. Sé que hay alguien ahí, puedo escucharte.
            Ahora alardeaba de tener superpoderes. Vamos a ver si es cierto. "Alguien" tomó una piedra del jardín y la lanzó con todas sus fuerzas. No había escuchado venir la piedra que le dio en la ceja: además era mentiroso. Cuando terminaba los deberes encendía el aparato de sonido junto a la ventana hasta que conseguía que el ciego moviera un pie con el ritmo de la música; entonces lo apagaba. Pero el ciego seguía moviéndolo, sonriendo. ¡Pinche ciego de mierda! Debía haber algo que el ciego no pudiera hacer, algo que tendría que envidiar. Entonces supo lo que quería para navidad aquel año: Específicamente la que tenía campanilla en el manubrio, era hermosa. Desafortunadamente solo podía pasear en la cuadra de su casa; había calculado que más allá el ciego no podría escuchar, así que daba lentas rondas de una esquina a la otra, tocando la campanilla, pasando sobre latas, colocando una botella de plástico doblada en la rueda trasera, como había visto que hacían otros niños.
            Podía ubicarlo de forma tan precisa que sabía exactamente cuándo desear que aquel pájaro cagara para que le cayera justo en la cabeza al presumido de la bicicleta. Debía reconocer que el ruido de las llantas sobre el pavimento era delicioso y aquel debía saberlo porque derrapaba deliberadamente justo cuando pasaba frente a su casa. Había elegido precisamente el juguete que estaba prohibido para él, su madre había dicho que era demasiado peligroso. Pero dado que se empeñaba en pasear tan cerca de su casa no podría evitar escuchar, por accidente, las canciones que cantaba; la canción de "La bicicletita de nena", la del "Niñito mimado", la del "Niñito que huele a bebé"... Cuando la canción del "Presumido mariquita" no dio resultado, entendió que había aprendido a jugar su juego. Vamos a ver si yo aprendí a jugar el tuyo (vamos a escuchar, se corrigió enseguida). ¿Crees que sólo tú sabes lanzar piedras?
            Las siguientes dos semanas se dedicó por completo a desarrollar su puntería. Colocó un viejo plato de peltre en el árbol del patio trasero y empezó a practicar con canicas. Era mejor de lo que creía y desde luego mejor de lo que los demás pudieran esperar. Cuando logró acertarle cinco veces seguidas empezó a dar una vuelta antes de arrojarla, después dos... no podía hacer que el plato se moviera así que practicó lanzar mientras corría. Nunca consiguió acertar más de un cuarto de las veces de esa forma, pero no podía esperar más, el ruido agudo de la campanilla resonando toda la tarde, todas las tardes, no le permitía pensar en otra cosa que en hacerla callar.
            Tenía una oportunidad entre cuatro, así que tomó la piedra más grande que pudiera lanzar, por aquello de aumentar las probabilidades. Terminó de comer y fue a sentarse en el banquillo, a un lado de las macetas. Esta vez no llevaba la guitarra ni la armónica. Mantuvo las manos en los bolsillos, acariciando la piedra, hasta que escuchó el primer tintineo y empezó a sonreír discretamente.
            Por el tiempo que había tardado entre pasar frente al auto de don Roque y el de don Cacho calculó que tendría que lanzar la piedra al segundo árbol de la casa de enfrente; si se equivocaba casi seguro rompería un vidrio, pero aquel veinticinco por ciento de probabilidades de hacerlo caer, bien valía el riesgo. Entonces ocurrió, escuchó el golpe seco y después la bicicleta y el tintineo entrecortado de la campanilla al golpear el pavimento. ¡Cómo lo llenó de satisfacción! Sin embargo algo arruinó la victoria de golpe. Aquel gemido no era normal. Repentinamente comprendió. Cuando escuchó el alarido de la madre sintió tanto pánico que solo acertó a decirse, como para disminuir la culpa: Pinche mudo de mierda.
            Después de aquello el silencio se apoderó de la calle. Un coágulo, habían dicho. "Si lo hubieran traído unas horas antes..." El único que estaba en la calle cuando ocurrió era el niño del 316 pero, obviamente, no había visto nada... Al tercer día tuvo que aceptar que extrañaba el ruido de la campanilla dando rondas interminables...


El Nopal

            Atado a la tierra, observaba a la colibrí revoloteando. En algún momento se acercó a él y, tímido, le acarició las alas. Se llevó la sorpresa de su vida: a pesar de las espinas ella siguió revoloteando distraída. Eso redefine a los cactáceos, les cambia el humor, les quita productividad, los pone ansiosos, insoportablemente felices, les da un motivo; el sol cambia, quema deliciosamente; la luna cambia, canta canciones de cuna. Entonces la vio espinada, eso también redefine a los cactáceos, los hace maldecir, maldecirse. Se arrancó las espinas para no volver a verla de aquella manera. Qué felicidad saber que no podía espinarla más. Entonces la volvió a ver espinada y entendió que las colibríes son colibríes y que no tienen dueño. Saberlo era una cosa, pero verlo... verlo es otro asunto. Después de varias veces de verla espinada y habiendo estado platicando con el Maguey toda la noche, buscó al Cardón y cuchillo en mano lo retaba con la sonrisa desquiciada de los que han visto más realidad de la que podían soportar. «Vamos, atrévete a espinarla, una vez más y tú y yo nos vamos de este paraje pinche». El Cardón se alejó, burlándose del loco, muy prudente. Me voy a tener que ir, Huitsitsili, -le dijo finalmente el Nopal- tú vas a terminar dándole alas a otro cactáceo y yo solo puedo desenterrarme con uno. Empezó a escarbar despacio y después de asombrarse ante su tolerancia a la falta de tierra, tomó hacia el norte, donde cobró algo de fama, no era habitual ver a un nopal andante, y hasta llegó a aparecer en la bandera de un país. «Sin espinas», había exigido explícitamente el águila modelo. Pero nunca volvió a ser tan feliz como la tarde que descubrió que podía acariciarle las alas mientras ella seguía revoloteando distraída.
El proyecto antipaloma
Todo el fanatismo, el consumismo de fin de año, la segregación por definir cuál de todos seguía más fielmente su doctrina, las guerras santas, la inquisición... tantos problemas que podrían resolverse con una medida que ahora estaba en sus manos: Debían matarlo. La empresa era complicada, los viajes en el tiempo tenían apenas dos décadas y la aprobación debía pasar por mayoría, pero ya un 64% había decidido que los beneficios bien valían el riesgo y el costo energético implicado. Siglos y siglos de lucha y segregación de los homo sapiens podrían eliminarse con la medida. ¿Quién sabe? Tal vez si los ancestros no hubieran estado tan ocupados dividiéndose en el siglo XXI podrían haber evitado la crisis económica, la energética, la alimenticia, la del agua y finalmente la gestativa que los tenía ahora tan privados y en aquel régimen autoimpuesto en pro de la supervivencia. Había muchos detalles por definir, la fecha y el lugar indicados. Definitivamente debería ser antes de sus veintes; ya a los trece el muchacho tuvo eventos de notoriedad pero no estaban dispuestos a matar a un niño, aún para estas cuestiones hay límites, pensó uno de ellos, y todos asintieron (mentalmente); los veinticinco, la mayoría de edad en el presente, podía resultar demasiado tarde, aunque no tenían certeza, dado que los escritos religiosos no fueron considerados como prioritarios durante la Gran evacuación, y la mayor parte de la información se había estado recabando los últimos tres meses en forma directa de los distritos humanos.
            Murió crucificado a los treinta ¿o fue a los treinta y tres? Como fuera, cerca de sus treintas sería demasiado tarde, tal vez no sería tan emblemático como la crucifixión pero igual podría permanecer como un símbolo, como un mártir: ya para entonces su persona estaba bien reconocida. Se decidió que fuera a los dieciséis. Habría que viajar tres mil veintisiete años al pasado.
            Encontrarlo a sus dieciséis años fue más difícil de lo que esperaban. No tenían el factor estrella de Belén que podrían haber aprovechado en su nacimiento, además su aspecto estaba muy lejos del europeo que esperaban, y fue harto desconcertante que no tuviera el acento español que se le atribuía en los registros recabados.
            Hubo un último punto que por lo sensible, no fue resuelto hasta último momento ¿Quién lo asesinaría? Después de definirlo al azar, la única forma válida, el responsable entró al cuarto donde lo tenían recluido (permítase omitir toda la logística del secuestro, baste saber que no cooperó tanto como ellos esperaban de acuerdo a lo que los humanos recordaban de las escrituras) y le explicó la razón de la operación, cómo su muerte (aunque no fuera poco, toda vida es importante, le aclaró) podría evitar tantas guerras y separaciones, cómo las religiones separarían a la humanidad en su nombre, cómo la religión dominante eliminaría activamente a los que no adoptaran su doctrina, cómo en su nombre se lucraría, cómo...
            Antes de que siguiera aquel lo detuvo con un gesto de su mano.
– No será necesario que cometas homicidio, si todo eso se resuelve con mi muerte... puedo hacerlo yo mismo.
– Pero tu padre no te aceptaría en su reino (habían estudiado los registros a conciencia)...
– Mi padre murió de tétanos hace dos años...
            De vuelta al presente encontraron que, milagrosamente... todo estaba igual. Había algo, un miedo, tan profundamente arraigado en los homo sapiens, una inseguridad tan profunda, una predisposición tan fuerte a la destrucción que de alguna manera lograron destruir el mundo sin necesidad de Jesús.





Los países

– ¿Qué es un país? – le preguntó después de escuharlo deletrear con dificultad en el periódico.
– Es una bandera y una raya en un papel, que se besa la cola.
– ¡Qué cochina! – dijo divertida la alumna, dos años menor.
– Sí.
– ¿Y cuántos hay?
– Hay tantos que les tuvieron que empezar a inventar colores.
– Pero ¿Cuántos?
– Muchísimos, como diez o quince.
– Y ¿Cuáles son?
Adoptó la postura reservada para los momentos de especial erudición, cruzando las piernas, con sus manos detrás de la cabeza y la mirada en el horizonte y comenzó a enumerar.
– Santa Rosalía, uno, Mulegé, dos, La Paz, tres, Guerrero Negro, cuatro, Los Cabos, Cinco, Chivas, seis, El palomito, siete, San Lucas, ocho... –después del octavo hacía pausas largas, porque tampoco está uno para andar memorizando países– Constitución, nueve, Sur América, diez... diez países.
– ¿Y Arcoiris?
– Todavía no acababa. Arcoiris, once. Puerto Chale, doce; ¿Los Cabos ya lo dije? Sí... Puerto Chale, doce... Loreto, catorce, Nayarit, quince, México, dieciseis, Insurgentes, dieciocho, Sinaloa, diecinueve... –Se detuvo un momento largo para asegurarse que no olvidaba ninguno y al final sentenció– Sí, diecinueve países... te dije que eran un montón.
– ¿Y en cuál vivimos nosotros?
– En el país de los abuelos, Villa Encanto. –Y de inmediato, para cubrir el hecho de que ese no lo había contabilizado, agregó– Excepto cuando hay balazos, entonces vivimos debajo de la cama.


Tenis de mesa

Esperando un pianista de clase mundial, su padre le compró el Steinway que no le habían pedido y se lo echaba en cara cada que lo veía leer «esos libritos» o que pedía permiso para salir con sus amigos, acompañado de: Ser el mejor implica disciplina. Cuando su instructor le dijo que el único deporte prohibido era el tenis, pues pone rígido el brazo, y un pianista debe ante todo tener brazos flexibles, supo cuál era su nueva pasión. Desde entonces se escapaba cada viernes a jugar con la raqueta que Antonio le cuidaba; él no podía llevar a casa nada que no estuviera relacionado con el piano. Si practicaras diario podrías llegar a las nacionales, tal vez incluso calificar para los Olímpicos, le había dicho Antonio cuando se hizo patente que era bueno en aquello. Eso implicaría prácticamente dejar la escuela; no podía practicar en las tardes pues tenía que ir a las clases de piano. Eso implicaría salir todas las mañanas uniformado, con el short blanco debajo. Eso implicaría maquillar las facturas de libros y materiales…
            Dos semanas antes del “viaje de prácticas” también conocido como Juegos Olímpicos de Pekín 2008, su padre lo esperaba con la mirada estremecedoramente calma que ya había visto dos veces antes: Cuando lo descubrió robando golosinas y cuando lo encontró tocando a su hermana. «Algún día me vas a agradecer esto» Le dijo sin darle tiempo a reaccionar al hecho de que su padre tenía un marro en la mano y que estaba a punto de descargarlo en la rodilla de su hijo. Después de unos segundos-horas en el piso, el dolor disminuyó los suficiente para permitirle gritar con veinte años de rabia acumulada: «¡¡Chiii-ngaa a tu maaaaadreeeee!!», mientras el padre, con toda tranquilidad, volvía a levantar el marro.
            Ahora practica tenis de mesa todos los días; lleva ocho años imbatible. Los rebeldes siguen rebeldes hasta el final... hasta el manicomio.

CASCABEL # 14

CASCABEL # 14
NUEVA EPOCA, MUESTRA DE LA LITERATURA QUE SE ESTA ARMANDO EN HERMOSILLO, TORREON, TIJUANA Y EN LA BAJA SUR.

POETICARTEL #4

POETICARTEL #4
ILUSTRACION DE JULIETA SANCHEZ HIDALGO, TEXTO DE FEDRA RODARTE HIRALES ---PROYECTO URBANO DE DIFUSION DE LAS LETRAS Y LA GRAFICA SUDCALIFORNIANNAS, EN COORDINACION CON EL ISC Y LA DIRECCION DE CULTURA MUNICPAL

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo
--de la serie "ciudades imposibles"

--de la serie "ciudades imposibles"

de la serie "ciudades imposibles"