martes, 19 de julio de 2016

LA ÚLTIMA TRINCHERA. POESÍA DE RAUL ANTONIO COTA


Raul Antonio Cota

NACIÓ EN LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR, EL 15 DE MARZO DE 1949. ENSAYISTA Y POETA. ESTUDIÓ ENSEÑANZA MEDIA, ESPECIALIZADO EN ESPAÑOL; OBTUVO LA MAESTRÍA EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, ESPECIALIZADO EN INVESTIGACIÓN EDUCATIVA. HA SIDO PROFESOR DE CBTIS-230 Y EN LA ESCUELA NORMAL SU ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR; DIRECTOR FUNDADOR DE LA CACHORA. COLABORADOR DE ALTERNATIVA, EXCÉLSIOR, LA CACHORA, PANORAMA, PIDO LA PALABRA, PLURAL, YTIERRA ADENTRO. PREMIO NACIONAL DE POESÍA AMADO NERVO 1985, TEPIC, NAYARIT. PREMIO NACIONAL DE POESÍA CIUDAD DE LA PAZ 1990. PREMIO LATINOAMERICANO DE POESÍA 1984 POR DE LOS VIAJES EN GENERAL, COLIMA.








ELOGIO AL CALOR


Primera esfera móvil
de los cielos,
según Heráclito.
Causa primera del gobierno
del universo.
Hay un calor latente
que irradian los cuerpos en agobio.
Un sofocante
y rojo horno
aquí, en mi pecho.
¿De qué manera
se conecta mi ser
a esta combustión primigenia?
¿De qué forma
tu sol es mi fervor
y se conecta a ese
fuego voraz
que amenaza
con aniquilarnos?




LA  SOLEDAD


Tu  silencio
en  soledad
engendra  temor.
 --
La  soledad  es  la nostalgia
por  el  paisaje
por  tu  imagen
por  tu voz
que  acaricia  las  palabras.
 --
Sólo
con  soledad,
inmensa soledad
puedo  aliviarme
de  un  amor  frustrado.
 --
Estoy  solo
y  quiero  huir  de  ello.
--
Para  contemplar 
y  disfrutar  intensamente  de  la  belleza
necesito  la  soledad.






LA ÚLTIMA TRINCHERA


Me resisto a doblarme.
Este dolor, esta esofagitis,
que se ahoga en mi garganta,
Esta agudización de mi cara
por la Rinitis Alérgica, imprudente,
Este caminar como haciendo equilibrios,
Facitis Plantar, de suelos movedizos,
me alejan de todo y de todos,
se están haciendo pocos mis amigos.
se están haciendo pocas mis expectativas.
Todo expresa un desplome de mi cuerpo,
una postración ante mi mismo.
¿Qué proyecto de vida me acompaña y sigue?
Entre dos majestades
mi cuerpo se debate:
La Literatura trata de consolarme;
mi cuerpo lentamente se acerca hacia la muerte.







L  a     g  u  e  r  r  a.

La  guerra  pare  gritos
Y  dolor   ensangrentados,
Abre   heridas,   fustiga  desafíos.
La  guerra:   hijos  desgajados
De  sus  troncos,
Asombrados  ojos   de  ceño
Oscuro,   reclamante.
Hambre  y  sed   para
Bocas   solitarias   y  agrietadas.

La   guerra  abre  surcos
En  el  torso  del  mundo,
Produce  podredumbre,
Caos,   desvaríos   miserables.





V  I  N  O




De  la  tierra  generosa,
del sol  inclemente,
del  desierto  florecido,
del  mar  apacible  y  violento,
de  las  manos  de  los  hombres
enraizados  en  el polvo
tomó  las  esencias
y el calor  se  posó
en  las  gargantas 
sedientas.

Vino
a  fundar  encantamientos
y  quehaceres  sensuales,
Vino
a  fundar  el  espasmo
misterioso,
desde  el  mosto
en  la garganta  vegetal,
desde  el  sarmiento
en  las  venas  de  mis  manos.





NÓMADA

Bajo
el cielo indiferente,
acosado
por bullicio interminable,
mi corazón
cada vez más
desarraigado,
ajeno a estaciones conocidas,
clama en silencio
y ante el vaivén del mar
que ilumina el relámpago,
queda anulado
para siempre
el horizonte








A MI PADRE DESCONOCIDO.


"Ahí va como un río el mármol por la noche
y resuenan las almas que llegan al panteón nocturno".
( Mi padre, el inmigrante. de V. Gerbasi).


Por tu indiferencia y tu abandono.
Por ti, y los taciturnos bosques del invierno,
en tu infancia.
Por ti, y los altos crepúsculos rojizos sobre el mar.
Por la pobreza que me enseñó tanto de la vida.
Por las máscaras del hombre en las calles
y en los rostros familiares.
Por mis hijos, cuya sangre se agita
en torno a mi existencia,
en torno a islas solitarias bajo estrellas innumerables
y sones de guitarra.
Por ti, que infundiste olvido, antes que alegrías
y fuego donde sólo hubo hielo.










LA CALLE






La calle de las casas
de lámparas nostálgicas;
la calle en que camino
a diario
y siento que ocupo
huellas ajenas:
la calle de los gritos
y llantos anónimos;
la calle del burdel
de inaprehensibles mujeres;
la calle de las niñas
que sueñan paraísos de cristal;
la calle de la lluvia
y de noches de luna llena:
tierna calle;
niña calle;
vieja calle desdentada,
calle vieja que soy.







SIRENAS

      Las  sirenas  llevan en  la cola  grabado  un  laberinto,  quizá  alegoría  de  las  difíciles  y  erráticas  estaciones  del  deseo.  Ese  laberinto,  también  voluble,  cambia  constantemente  de  color:   del  verde - mar  al  azul  celeste.   Cuando  algún  hombre,  por  descuido  o  deliberadamente,  le  toca  la  cola,  ténue  como  la seda,   ésta  se  agita  violentamente  y  origina  grandes  marejadas  que  expulsan  a  la  playa  ostras  perleras.   Las  joyas  que  contienen,  son,   por  lo  general,   de  gran  oriente  y  casi  transparentes.   Puede  advertirse  en  su  interior  ciudades  imposibles.   Si  algún  hombre  logra  tener  para  sí  una  gran  perla  de  esas  y  la  aloja  en  sus  bolsillos  y  en las  palmas  de sus  manos,  durante  siete  días,  se  le  concede  la posesión  de  una  divina  sirena  que  le  encantará  el  lecho  y  su  hombría,   de  manera  superlativa.











Brilla
Brilla  terrible
ante  la  impune  luz  del  día
mientras  baja del  acantilado,  piernas
guerreras  violentando  la  brisa,  el  aroma
del  mar  iracundo,  celoso,
la  mujer  del  pescador.

Y  la  llama  de  ese  cuerpo  joven
a  través  de  las  redes  tendidas  a  secar
estalla  los  colores,  aureolada  en  sí  misma,
en  sí  misma  crecida  en  mariposas,  peces  voladores,
bestias  marinas  que  se  retuercen  huidizas.

Ese  obsequio  se  entrega  al  pescador,
su  cuerpo  lo  recibe.
La  envolverá  entre  manos,  piernas,  brazos
que  huelen  a  pescado,  a  trabajosas  fibras
del  antebrazo,  brillo de  espaldas  árduas,  músculos
vibran  debajo  de  la  piel,  se  desplazan  cartílagos
en  la  inminencia.






LA  CIUDAD  ANTIGUA

Un  llanto  de  mujer
Interminable,
Acompaño   la   noche.
Imágenes   de   antiguas   calles,
Otros  aromas,
Otros  ruido,
Lejanos  para  entonces,
Renovaron  mi  alma.

La  antigua  ciudad
Se  yergue
Entre  azoteas  y  calles,
Chimeneas  y  campanarios,
Banquetas  y  cafeterías.

¿Qué  viejo  dolor
Estoy  buscando?







HAIKUS

                       
Un  trino  fino
De  alondras  musicales
Abre  el  camino.



Con  la  dulzura
Del  canto  del  cenzontle,
Jardín  en  llamas.


     







Pájaros  del  monte.

Vienen  diario  a  mi  casa.
Los  encuentro  en  la  recamara,
en  la  cocina,
en el  comedor.

Uno  quiso  escapar de  mí
que  entré  de  pronto,
y,  en  su  huída
chocó  con  el  cristal
de  una  ventana.

Ahora  yace
entre  las  plantas 
del  jardín.

Flores  silvestres
honran  su  tumbita.

                       








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