viernes, 25 de noviembre de 2016

Literatura y lucha libre. Textos de Omar Murillo





Omar Murillo (La Paz, B.C.S., 1978)

Escritor y artista visual, ha expuesto en galerías de la ciudad de forma colectiva e individual, parte de su obra aparece en revistas de circulacion estatal como: cascabel, la palabra, radical inc., tiene un poemario publicado: La ciudad y otros gatos (Cuadernos de la serpiente), actualmente dirige la revista independiente Perros.










EL CICLÓN NEGRO

Recuerdo cuando esperábamos que bajaran del ring, todos los chamacos del pueblo estábamos ahí, algunos descalzos, otros en huaraches y algunos, los mas pocos con zapatos.

Bajaban los luchadores y queríamos abrazarlos, que nos dieran un saludo, sus máscaras, lo que sea, el caso era estar cerca de nuestros ídolos. Después el regreso a casa.

Nunca olvidaré cuando al Arcángel de Oro, le destrozó la máscara el Ciclón Negro, lloré de coraje; todavía el Ciclón lo faulea y pierde la lucha el Arcángel, todo el público estaba furioso, lanzando cualquier objeto tratando de hacerle daño al Ciclón. Cuando bajó del ring iba bañado de refresco, cerveza y otros líquidos que no quiero recordar por el desagradable olor. La gente del pueblo no lo dejaba ir, lo empujaban, insultaban, yo me hice paso entre la multitud y le clavé un vidrio de una botella en el antebrazo derecho.

Esa noche mi padre llegó con mucha comida, con un vestido para mi madre y otro para mi hermanita que se encontraba dormida y unos zapatos para mí. Mi madre lloraba conmovida. Esa noche conocí la abundancia.

Nunca había visto tan grande a mi padre, lo abracé y no quise mirarle el antebrazo vendado. Lloré y le pedí perdón, un perdón que nunca comprendió.








SANX

Eras real
de carne y convertible plateado
Tenías un Demonio externo
la de a caballo
mujeres vampiro
Pero, llegó el día
en que el cielo
derramó lágrimas de plata
sobre un pueblo
ya sin máscara.









GENIECILLO AZUL

Desde la quebrada
no paró tu vuelo hasta llegar a Perú setenta y siete

Tu clavado penetra el pecho
de tu adversario
revolviendo aguas
en azul y plata
de llaves y vuelos hondos desde la tercera

-aún recuerdo cuando
a punto estuve de perder
tu máscara contra la almohada
a la que vencí con la “de a caballo”-

Tu nombre se grabó en mi infancia
para encenderse en estas líneas
de butacas repletas de recuerdos
que lanzan monedas
al centro del ring
llamado
memoria










EL HIJO DEL CHARRO ENMASCARADO

Un recuerdo inolvidable de mi niñez, fue cuando vi a mi padre quitarse la máscara, él no era luchador, era zapatero pero, yo tenía cuatro años.

A mi padre los buscaban boxeadores para que les remendará sus guantes o zapatillas y fue gracias a ellos, que se acercaron los luchadores para que les confeccionará sus máscaras. Era el único zapatero del pueblo y el único que fabricaba máscaras en la región.

De todos los luchadores que íbamos a ver en la Arena de los hermanos Huerta, el Charro Enmascarado era mi favorito, por las llaves y sus topes suicidas. Era mi ídolo y también el de mi padre, tal vez por eso, cuando terminó de hacerle su máscara sintió el impulso de ponérsela y posar frente al espejo; yo tenía cuatro años y vi al Charro quitarse la tapa y descubrir el rostro de mi padre que giró suavemente para sonreír y lanzarme un guiño. 

Por algún tiempo pensé que  mi padre era el Charro Enmascarado aun cuando me tenía de la mano en la Arena y el Charro lanzándose desde la tercera cuerda. Lo contemplaba y él me hacía seña que la acción estaba en el cuadrilátero. Después su sonrisa acompañada de ese gesto que me llenaba de alegría y seguridad.

Murió cuando yo tenía nueve años, todos los luchadores y boxeadores, junto con sus clientes habituales fueron a casa a ofrecerle el pésame a mi madre, que siguió con el negocio aunque ya sin hacer máscaras ni remendar guanteletas.

Desde entonces voy a la Arena, sólo para ver al Charro, porque me aferro a la idea de que es mi papá tras la máscara, ya nadie se acuerda del zapatero, sólo yo que lo veo cada jueves subir al ring.

Pero, hoy ha perdido la lucha más importante y tendrá que despojarse de su máscara. Una inmensa tristeza me lleva a un llanto profundo; el que más duele, por qué al perder su máscara, también perderé a mi padre para siempre.









TERCERA CAÍDA

Samantha abría una maleta. En la silla del comedor, Rodolfo se tocaba el hombro izquierdo con la mano derecha, se miraba el codo haciendo círculos en el aire.
-esta vez no voy a perder-.
Dijo a Samantha que de espalda, al parecer asentía. Su mirada se clavaba en las prendas que iba depositando en el interior de la maleta. Mientras él le decía que también echara una capa.

Cuando eran novios; Rodolfo era la joven promesa y retó al Perro Dorado en una lucha de apuesta, perdió y ya no pudo levantar su corta carrera pues, Turano como se hacía llamar, era un personaje que había nacido con máscara y tenía que morir sin ella.

Se tomaba el otro hombro con la otra mano y repetía el movimiento.
-Esta vez no voy a perder-, reiteraba a Samantha que iba y venía de un cuarto a otro, sin cruzar miradas, llenando la maleta.

Después de una largo tiempo regresó con otro nombre y otra máscara, pero, también la perdió en un cuadrangular y tuvieron que irse de la capital e iniciar otra vida y una nueva carrera en provincia.

Ahora lo habían retado a él y aceptó, ¡esta vez no voy a perder, te lo juro! ella sólo agacho la cabeza y lo abrazaba sin fuerza.

Rodolfo se golpeaba la palma con el puño alternadamente, aunque cada vez con menos determinación.

-voy a perder, ¿verdad?-, inconcientemente lo confesó, esperando que se sentará junto a él y le acariciara el pelo pero, Samantha cruzaba la sala con la maleta en la mano y sin reparar en las palabras, giro el picaporte.
Y dos sollozos quedaron separados por una puerta que se cerraba.







¿QIUÉN GANÓ?

Después de una lucha bastante reñida, Aníbal vence al Cobarde en una combate por el  campeonato mundial medio, el público extasiado por el derroche de ténica, habilidad y coraje mostrado a lo largo de la pelea, sube al ring para abrazar a los dos gladiadores que alzan sus palmas en señal de agradecimiento, los encumbran en sus hombros, cada uno con sus respectivos seguidores que los ovacionan y los bajan del ring; dando la vuelta olímpica al cuadrilátero son llevados hasta sus vestidores, los aficionados que siguen en sus butacas,  aplauden y aclaman a los dos ídolos. Un niño perplejo por el espectáculo, le pregunta a su padre, quién había ganado, él, brotándole las lágrimas contesta; nosotros hijo, nosotros y lo sube a sus hombros, tomándole las manos en actitud de triunfo. Sigue la ovación y el niño se confunde más.





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CASCABEL # 14

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POETICARTEL #4

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ILUSTRACION DE JULIETA SANCHEZ HIDALGO, TEXTO DE FEDRA RODARTE HIRALES ---PROYECTO URBANO DE DIFUSION DE LAS LETRAS Y LA GRAFICA SUDCALIFORNIANNAS, EN COORDINACION CON EL ISC Y LA DIRECCION DE CULTURA MUNICPAL

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo

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--de la serie "ciudades imposibles"

--de la serie "ciudades imposibles"

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