domingo, 6 de noviembre de 2016

Venir a despedirse. Poemas de Arturo Hernández Villalba



Iván Arturo Hernández Villalba nace en la ciudad de La Paz el 03 de septiembre de 1994. Es licenciado en educación y miembro del taller de la serpiente UABCS. Fue becario del programa Interfaz: Los signos en rotación edición 2016. A publicado en revistas de circulación local y en aparece en la compilación “Transpeninsulares: Poetas de Baja California nacidos en los noventa” de la revista electrónica Circulo de poesía. 





Calzado formal

Hay un zapato tirado
a media calle,
no puedo
distinguir su tamaño
ni el peso de sus huellas,
Alguna vez fue blanco
hoy
            es color camino,
Pareciera que hace poco
fue niño,
ahora está roto de tanta vida;
roto de no haber dejado huellas;
roto de no haber brincado
en suficientes charcos de agua;
roto de ser el que no pateaba las piedras;
roto de nunca haber sentido
un pie desnudo,
Ahí está,
mirándome,
desde su perspectiva
soy el que está tirado
en medio de la calle
                        de la ciudad            
de todo este bullicio;
            en medio de un lugar
que sólo él distingue,
Y se preguntará
si al ser calzado
por uno de mis pies
—No importa que sea
            el equivocado—
sentirá mi hambre
mi miedo
                        mi tristeza,
Lo veo,
las puntas de sus agujetas
están gastadas
por la ansiedad de quien aún de adulto
recuerda las advertencias de la voz materna,
Abróchate esas agujetas, no te vayas  a c
                                                                           aer,
Él me mira,
                        y sabe
que yo le presenté varias veces
mis rodillas al suelo,
que yo también fui niño,
y alguna vez perdí un zapato,
            uno pequeño,
                        que olía a chicle
                        que iluminaba la figura de mis huellas
                        que se vestía de personaje de caricatura,
Nos miramos,
parecemos viejos conocidos,
el frío se posa dentro de aquel zapato
y comienza en la planta desnuda
de uno de mis pies,
La calle es la misma
el bullicio es el mismo
la gente es la misma
el zapato es el mismo.
Yo ya no más.
El frío nos dice que lo qué mi pie descalzo
y el zapato buscan es la misma cosa,
no lo creemos,
el frío se irá del zapato
cuando otro pie lo habite,
el último par de zapatos
que yo usaré
                        será formal.




Poema de parque


Los viejos llegan
con bolsas de semillas bajo el brazo,
las palomas siempre son las mismas.
Las bancas y el piso los esperan,
tan inmóviles que da miedo,
el cielo se mueve
las nubes nunca dejan atrás el color gris,
la fuente espera los peces
que la lluvia
                        —rompiendo su promesa—
nunca le trae.
Las palomas se levantan,
a volar los mismos círculos de todos los días,
encaminándose hacia los tejados
y los viejos se sienten más libres
cuando se van,
no se dan cuenta
que lo que alimentan
son sus cicatrices.





Primaria

El salón de clases se quedó con todos los sueños
el jardín de la escuela con todo el amor de las maestras
la cancha con todas las huellas que llevaban a algún destino
las lluvias pasaron y nosotros sólo las vimos desde las ventanas
los charcos extintos extrañarán por siempre nuestra infancia
las mochilas descansarán rotas sobre el olvido
y los arboles que están fuera del patio de las abuelas
siempre se preguntaran
¿Quién enseño a las aves el canto de la ausencia?





Venir a despedirse

Los muertos visitamos en los sueños,
nos dan la oportunidad de despedirnos,
teniendo la desfachatez de no decirnos
que debemos hacer en esa despedida,
y así bajamos, preguntándonos qué diantres debemos hacer,
Llegamos a los sueños y nos ponemos cómodos,
al fin y al cabo es lo único que nos resta por hacer.
Entonces ustedes, los vivos, creen que nos sueñan
y no entienden que para una despedida o un saludo
hace falta un viaje,
—un sueño también lo es—
por más pequeño que sea
o que solo vaya de un detalle a otro,
Aunque la muerte sea eterna nos deja regresar,
una vez por cada persona de la que no nos despedimos;
de los enojados, los molestos, los hipócritas,
de los buenos, de los niños,
de los que se quedan sin saber qué hacer,
Algunos no dicen palabra alguna
aguantan los reproches de los vivos
y así se despiden,
o piden perdón por lo hecho en vida
o por lo no hecho ,
y así se despiden,
y habemos otros que solo venimos
a responder preguntas
y así
nos despedimos.





Cada vez que miro el reloj

Siempre he huido del tiempo
mirando mi reloj;
esa pequeña navaja
que la vida me puso en la muñeca
para recordar
que algún día
ya no podré volver
a ver la hora.






Viejo

Viejo de ojos vidriosos,
acompañante de mi tierna y rápida infancia,
me enseñaste que un día también pasa
al darle la vuelta a un cassette,
pero ya no hay cassettes,
han caído en el mismo desuso
que las señales de humo
unidas a las cartas de las nubes,
y los días no vuelven
viejo, a veces me doy cuenta que llegue
demasiado rápido a un punto
que hice demasiado lejano,
el camino detrás de mí se desvanece
y nuestras huellas no sirvieron
para marcar un camino de regreso a mi infancia,
y por ir a mi lado tú también vas perdido
Viejo,
            viejito de mi sangre,
tú que regresaste mil veces el casete de Cri-crí
para que mis leves ojos durmieran
y la noche no me pareciera tan oscura,
tú que le prendiste fuego a mis miedos,
y haciéndolos tuyos te incendiaste
y te escondiste debajo de la cama,
para dar de comer tus cenizas a los monstruos
logrando que me dejaran en paz,
y entonces dejaron de tocar las puertas del armario
y mantuvieron su sombra en los bolsillos,
aprendieron a escuchar Cri-crí
y medir los días en vueltas de casetes
Viejito de párpados cansinos
los días no vuelven
las noches no se van
sólo tú
sólo yo;
sólo yo.



Hoy Varsovia se quedará sin duque


I

Chopin, siempre me acompañas,
que se vayan al carajo
aquellos que nos tachan de melancólicos,
si nos sobra noche la acabamos entre vals y vino.
Dancemos, deja el piano un momento
únete a la noche,
deja la melancolía para otra ocasión.
A nuestras mujeres no las recordaremos,
que se queden con el piano y la guitarra,
que se queden con la música si quieren,
ojalá destruyan todo si les place,
pueden quemar el piano y quebrar la guitarra.
Lo he pensado y quizás tú también, Chopin,
los melancólicos no somos nosotros
sino los instrumentos y las mujeres que frecuentamos.

II

Frédéric,
sobre el piano descansan dos copas,
espero me acompañes
esta noche te escucho.
Me pierdo en tus nocturnos.
Arrastras el amanecer.
Frédéric, cómo nos extraño,
como extraño la lluvia de tu música.
Desde que ella se fue
el piano toca la sequía
las cuerdas no dan frutos,
la melancolía no florece más.
Ya nada vibra, Frédéric,
ni dentro de mí, ni fuera,
el piano seca,
la habitación se vuelve
pequeña, triste y negra
durante todos los allegros.

III

Hoy Varsovia se quedará sin duque
porque en mi melancolía suenas,
te adueñas de mi estancia,
mi cocina, mi habitación.
Hoy Varsovia se quedará sin pianos
y tus manos me reflejarán
o quizás yo me reflejaré en ellas,
el piano sonará, vibraremos.
Hoy Varsovia se quedará sin nosotros
los dos seremos tus notas,
una partitura perdida entre el sonido,
la agonía
se quedará en nuestras mentes.
Hoy Varsovia te extrañará, Frédéric,
porqué te tengo en mi mente
y tus melodías seducen
mi acompasada noche.

IV

Dos segundos, Frédéric,
dos jodidos segundos te bastan
para destruirme,
me incendio en ti,
me congelo junto al piano,
me desprendo,
me desgarro.
Dos segundos, Chopin,
me erizas la piel
en tus, nosécuántas, emociones.
Te sientas al piano,
melancólico, como yo,
nos contagiamos.
Dos segundos, Chopin,
deberías escucharme,
quizás te sientas como yo
que influenciado por tu música
hago llorar mi guitarra
por tratar de imitar tu piano.
Dos segundos, amigo,
un dueto, anda,
y quizás destruyamos
lo que sea.

V

Te busco, Frédéric, porque en ti me entiendo,
en las noches te vuelves arrullo
y tu piano hamaca.
Ven y ayúdame
a deshacerme del piano que tanto la recuerda,
porque ella bailaba mientras yo te interpretaba,
me seducía.
Terminábamos haciendo el amor
cerca de ese jodido piano.
Para tu altar mandé traer otro,
uno puro, que no he lastimado con mis manos 
ni ella con sus besos.
Frédéric, que con tu música la seduje
ayúdame ahora a olvidarla ,
dame una nueva sonata a que aferrarme,
nuevos nocturnos para hacer bailar mis lágrimas.
tú que siempre me acompañas
no me dejes la tentación de su cuerpo sobre el piano,
llévatelo,
deja que mi melancolía recorra las octavas
como mis manos recorrían su cuerpo.

VI

Frédéric, quisiera interpretarte
pero eres tú quien me interpreta,
me conoces mejor que yo,
mueves dentro de mí cada célula
al fervor de un piano viejo,
desquebrajas mi ser
y notas después pieza a pieza
me reconstruyes sin dolencias,
sin amores, sin odios,
sólo con la memoria de tu música.
Frédéric, cómo nos extraño,
nos extraño mucho,
en esos días en que las partituras
se acomodaban sobre el piano
y sobresalías entre todos los pianistas.
Eres mi favorito
y para mi desgracia también eras el de ella
también la entendías o se entendía en ti.
Lo sé,
tuve que compartirte por un tiempo
Frédéric, lo siento.

VII

Mi guitarra llora
no alcanza el sonido oscuro
de tu piano,
vibra esperanzada en mis manos
que no se comparan con las tuyas,
quiere ser vals, allegro, sonata,
quiere serte.
Discúlpanos por querer ser como tú,
como tu piano, como tu música,
pero nos fascinas, nos encantas,
nos sacas el vacío y llenas con nuevas notas.
Frédéric, te imité para impresionarla.
Mi guitarra también la quería
quiso crear por ella melodías,
darle noches de serenata,
mañanas de danza pulcra.
Frédéric…
mi guitarra y yo quisimos seducirla
y ahora no estamos completos.

VIII

A mi padre le decían mal carpintero, Frédéric,
¿Y sabes por qué?
Porqué tenía todos sus dedos ¿Puedes creerlo?
Decían, Frédéric,
que sino había perdido un dedo en algún accidente
era por ser mal carpintero
y no dedicarse vivazmente a su trabajo.
Oh Frédéric, quizás a ti nadie te dijo
que tenías manos de pianista,
y mírate, Frédéric, melancólico, enfermizo, fugaz,
pudiste destruir a Rusia con un Nocturno
volver a Varsovia,
componer marchas e himnos de victoria
pero Frédéric, pobre Frédéric,
nadie te dijo que tenías manos de pianista
y te arrebataron todo
de tus manos.

IX

Tú decías, Chopin,
cuando los dolores del corazón
se vuelven enfermedad
todo se pierde,
nunca viste lo que hacías,
la condición de enfermizo
en que te encasillaron  
no te dejó ver
que tus dolores del alma,
del corazón, de la muerte,
los volviste melodías,
medios días y noches completas.
Chopin, nunca lo viste
pero yo lo aprendí de ti.
Tú, tu piano y mi guitarra
son mis doctores de cabecera,
cuando adolezco me recetan música
y cuando más me duele el corazón
me meten al quirófano
en medio de un concierto
y me insertan la música
en lo más profundo del alma.

X


Te despido, Frédéric,
a la guitarra,
no soy tan virtuoso al piano,
escúchame imitarte
y reflejar
la melancolía que de mí sale.
Gracias Frédéric,
te despido hasta la noche de mañana
en que me atreva a probar whisky sin ti
y mi guitarra me lo reproche.
No sé qué sea mejor, Frédéric,
un Vals o un intento de Nocturno
para despedirte
ni siquiera sé si pueda tocar como tú,
oh Frédéric, que interpretabas melancolías alegres
y se podía bailar entre la lluvia sin mojarse,
bailar entre dolores sin sentir dolencia,
bailar alegremente sin sentir alegría,
Frédéric, así quisiera despedirte
quedándome con tu melancolía
para que tú por fin  pudieses
levantar las manos del piano.

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"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo

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--de la serie "ciudades imposibles"

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